La última noche de la humanidad

Crítica de María Victoria Vázquez - El Espectador Avezado

Confieso que me decidí a verla intrigada por los trailers. El género de ciencia ficción suele tener buenos exponentes, además, desde el storyline oficial se prometen los bellos paisajes de Moscú, así que no había razón aparente para evitarla.
Si bien es un film menor, La última noche de la humanidad (no sé por qué la traducción, el título original es The darkest hour – la noche más oscura- que tiene mucho más que ver con el argumento) no decepciona. Cumple con lo pactado, y hasta se aparta de lo trillado sacrificando un par de personajes de esos que uno apuesta que llegan al final.
Un grupo de amigos norteamericanos (la película es una coproducción ruso-noteamericana – quién lo hubiera imaginado en los ’80?) queda varado en Moscú luego de una extraña pero poética invasión alienígena. Al mejor estilo Depredador, estos seres son invisibles a los ojos humanos, aunque pueden ser detectados cuando su energía enciende todo aquello que sea eléctrico. Tras una noche de masacre, los amigos sobreviven y se ocultan hasta que deciden que es el momento de salir, buscar otros sobrevivientes, y ver qué se hace para salvar a la Tierra.
Siguiendo la lección de H.G. Welles en la Guerra de los Mundos, también retomada por Tim Burton en su burlesca Marte Ataca, el objetivo es comprender la razón de la invasión, y encontrar el punto débil de estos agresores. Esa será la auto-impuesta misión de estos chicos, y la historia de la película.
El film, la segunda obra del director Chris Gorak (la anterior es Terror en Los Ángeles, que no pasó por nuestras salas, salió sólo en DVD), es protagonizado por Emile Hirsch (Meteoro),Olivia Thirlby, Max Minghella, (hijo de Anthony Minghella, el fallecido director de El paciente inglés) y Rachael Taylor.
Se estrenó en 3D, como para hacerlo más atractivo al público, ya que si bien ninguno de estos chicos es un improvisado, tampoco son muy convocantes a la hora de la taquilla. Lo que tiene de interesante es cómo Gorak logra hacer de los espacios más abiertos – la plaza Roja desierta, por ejemplo- y la luz del día, los momentos de mayor tensión.
¿El famoso paisaje de Moscú? Bueno, lo aprovecharon durante la primera media hora: una visión actual y en 3D de la maravillosa ciudad, que de a poco va quedando desolada, hasta ir convirtiéndose en ruinas.
La película es llevadera y correcta, pero no mucho más. Ideal para adolescentes en grupo de amigos. Los demás pueden esperar tranquilos su estreno en DVD, o directamente dejarla pasar. No se habrán perdido demasiado.