La última noche de la humanidad

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Comenzado el año es de esperar una buena cantidad de productos provenientes del país del norte. Así es, el cine pochoclero será sin dudas el plato principal del verano que, como es sabido, se alimenta fundamentalmente de esa fuente y tarde o temprano le va a caer muy mal.

Digo yo, ¿no hay más variantes en las películas con extraterrestres? ¿Hasta cuando tendremos que soportar esto de venir al planeta para llevarse algo? ¿No hay otro planeta con agua acaso, con plantas o seres vivos? ¿Por qué tienen que venir todo el tiempo a romper edificios? Con todos los problemas que uno tiene de aumentos de subte, inflación mentida y TV chatarra, encima, hay que bancarse alienígenas intolerantes.

Todas estas preguntas que me hago surgen un rato después de comenzada la proyección de “La última noche de la humanidad”. Primero tenemos una escena donde dos amigos muy emprendedores llegan a Moscú para promover un invento que consiste en un aparato mezcla de GPS con chat, cuyo mapa contiene los lugares más piolas para pasar la noche: los que tienen las mejores minas, los que están más "liberados" en cuestiones de drogas, los más caros, los más baratos etc. En pocas palabras, el mapa del descontrol para jóvenes con plata.

Curioso el tiempo que se usa para describir un producto que luego no servirá para solucionar nada de lo que suceda después.

En la misma escena vemos una irritante cantidad de planos mostrando que linda y capitalista se ha vuelto la Rusia de hoy. McDonald's, Starbucks, Nike, gente consumiendo feliz y alegre en las calles. Ni rastros del comunismo. ¿Ve qué bueno es que Estados Unidos se meta a arreglar el mundo? Es tan incómoda la escena que hasta me pareció una provocación (buena señal, por cierto). Bien, nada de esto importa para nada.

Todo se diluye cuando los dos amigos, estafados por su representante ruso, están en un boliche para olvidar las penas y un repentino ataque de extraterrestres comienza a convertir cada ser viviente en un puñado de cenizas. Los "bichos", esta vez a base de luz pero invisibles en su forma, parecen imposibles de destruir pues, además, están protegidos por un escudo de energía que los hace impenetrables a las balas, las armas cortantes, o lo que sea.

Ellos, dos chicas y el ruso sobreviven encerrados en el sótano-cocina durante unos días hasta que deciden salir. El panorama es incierto. Parece ser la victoria por goleada de los aliens, pero sin embargo siguen por ahí patrullando las calles en busca de nuevos aspirantes al cenicero.

Cumpliendo a rajatabla con todas las convenciones del género habrá más sobrevivientes; gente que descubre una forma de combate efectiva; una resistencia organizada, o a punto de estarlo, y una forma de escapar para eventualmente contraatacar.

Nada que no se haya visto antes, con un par de excepciones. El clima de tensión generado por información que se va entregando en dosis interesantes, y el aprovechamiento de los espacios exteriores gracias a la muy buena dirección de arte de Ricky Eyres, quien ya había hecho un trabajo sólido en “Contagio” (2011). Incluye tomas y ángulos panorámicos de la ciudad de Moscú meticulosamente seleccionados para dar atmósfera de desolación e inmensidad ante la catástrofe, e interiores gigantes donde no parece haber lugar seguro. En ambos casos correctamente fotografiados por Scott Kevan.

Si hubiera alguien del elenco para destacar le juro que lo mencionaría. Pero no, porque actúen mal sus personajes, más bien diría que este grupo de actores y actrices funcionan bien juntos y como equipo simplemente útil y bien articulado.

No es cuestionable la realización de Chris Gorak. Es más, hasta se inscribe dentro de las producciones que no hacen abuso de los efectos especiales, al contrario, y estos contribuyen a la narración.

“La última noche de la humanidad” está bien realizada, el problema es el centenar de guiones parecidos de los últimos años que la colocan del primer al último fotograma dentro de la bolsa de términos tales como rutinaria, trillada, común, etc. En el mejor de los casos, si usted no es habitué del género (o sea vio poquitas de este estilo), esta producción lo va a entretener genuinamente y sin subestimarlo. Nada más