La última noche de la humanidad

Crítica de Fernando López - La Nación

Otra vez son rarísimos seres extraterrestres los que llegan sorpresivamente a la Tierra para apoderarse de ella, generar el caos y anunciar el inminente fin de la raza humana. En este caso, aunque después sabremos que han desembarcado simultáneamente en todos los rincones del planeta, la acción se desarrolla íntegramente en Moscú, lo que se justifica porque se trata de una coproducción ruso-norteamericana y sobre todo porque su productor es Timur Bekmambetov, hombre fuerte del cine de acción en aquel país y responsable de grandes triunfos comerciales en el terreno de las fantasías de ciencia ficción. Claro que la elección de tal escenario provee otras ventajas, aunque sea en materia de ambientación. No son frecuentes las vistas en 3D de una Moscú actual desbordante de luces y de tránsito y tapizada de carteles de McDonald's o Starbucks y mucho menos las que muestra después del apocalipsis: desierta, semidestruida, en ruinas muchas de sus construcciones emblemáticas.

A esas imágenes se les debe el atractivo (apenas relativo) de la primera parte, cuando los dos muchachos diseñadores de programas, que han llegado a Rusia sólo para comprobar que han sido víctimas de una estafa, y las dos desorientadas turistas, también norteamericanas, a quienes ellos han provisto de un mínimo asesoramiento, se encuentran en un sofisticado local nocturno. Están en pleno coqueteo cuando son sorprendidos por el violento ataque llovido desde el cielo en forma de luminosos copos amarillos que pronto descubrirán sus poderes y convertirán en cenizas y polvo todo lo que se ponga a su alcance. Los visitantes son pura energía, lo que explica que sean invisibles y no haya forma de defenderse de ellos hasta que el ingenio humano la conciba, mientras el modesto elenco, como suele ocurrir en este tipo de producciones, va acusando sucesivas bajas, apenas compensadas por la incorporación de nuevos personajes, incluso algunos próximos al ridículo. La insensatez y la inconsistencia -más bastante ingenuidad- dominan las pobres explicaciones del guión, que igual encuentra el modo de enfrentar a los invasores y concluir al final que ahora empieza la verdadera guerra. Lo que suena como una promesa de secuela. Aun con su generosa producción el film no convence, pero tampoco aburre.