La última noche

Crítica de Ignacio Dunand - El Destape

El fin del mundo podría ser más divertido que esto

La ópera prima de Camille Griffin parte de un concepto interesante, aunque en la práctica sea todo lo contrario. La última noche está cargada de diálogos aburridos que no llevan a ningún detonante fascinante, y tan solo contribuyen a la frustración del espectador.

El boom viral por las películas del fin del mundo no para y luego de la notable sátira de Adam McKay, No miren arriba, llega a los cines La última noche (Silent Night), ópera prima de Camille Griffin que propone un fin del mundo mucho más deprimente y oscuro. En la historia, una familia se reúne a festejar el fin de sus vidas, entre alcohol, reflexiones aleccionadoras y discusiones banales que no llevan a buen puerto esta historia de premisa atractiva y ejecución regular.

Faltan pocas horas para la extinción de la vida humana y el gobierno británico le dio a cada ciudadano (sin contar a los inmigrantes ilegales y las personas sin techo) una pastilla que ocasiona una muerte sin dolor. Nell (Keira Knightley), Simon (Matthew Goode) y sus tres hijos se preparan para la llegada de la nube tóxica que los matará, con una última cena en familia. Iniciada la velada, las posiciones cruzadas de cada miembro provocan el estallido emocional y las crisis detrás de tanta alegría impostada.

Art (Roman Griffin Davis, el niño de la brillante Jojo Rabbit) no está para nada de acuerdo con la postura desalentadora de los adultos y es quien se rebela ante la situación. En este único personaje la película toma algo de vuelo y emplea giros de narrativa que, aunque predecibles, aportan mucho a la construcción del drama. La última noche es satírica y tiene algunos gags de humor ácido muy bien empleados, pero la historia general se deshilacha lentamente por falta de conflictos sólidos, más allá del fin del mundo (un escenario planteado desde la primera escena).

La ópera prima de Camille Griffin está cargada de diálogos aburridos que no llevan a ningún detonante fascinante, y tan solo contribuyen a la frustración del espectador. El fin del mundo podría ser mucho más interesante que lo que se ve en la pantalla.