La torre oscura

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

PUEBLO CHICO, PISTOLA GRANDE

Se hizo rogar, viene floja en la taquilla, pero no es tan horrenda como dicen las malas lenguas.
Partamos de la base de que la tardía y problemática adaptación de “La Torre Oscura” (The Dark Tower) a la pantalla grande, no es tan desastrosa como nos quieren hacer creer. Es apresurada y un tanto inconsistente, pero a lo largo de sus escuetos 95 minutos logra su principal objetivo: plantear los elementos más básicos de este universo literario creado por Stephen King a través de un rejunte de géneros que se atropellan, pero logran convivir en armonía para crear una trama que entretiene, aunque no tiene mucho más para ofrecer.

Al dinamarqués Nikolaj Arcel –tal vez más conocido por su faceta como guionista que como realizador, responsable entre otras cosas de “Los Hombres que no Amaban a las Mujeres”- le tocó recoger este muerto, y se nota que hizo lo que pudo con lo que tuvo al alcance de su mano. Tómenlo como un gran cumplido.

“La Torre Oscura” (The Dark Tower, 2017) se aleja un poco del material original y es ahí, tal vez, donde hace más ruido en el espectador avezado. Aunque el cine es un medio muy diferente al literario (y el público muchísimo más amplio), y acá no es necesario conocer la historia de King para entrar en este universo de mundos paralelos que se mantienen en equilibrio gracias a la famosa torre.

Pero el Hombre de Negro (Matthew McConaughey) tiene sus propios planes. Este hechicero maligno busca desesperadamente la forma de destruirla con el único objetivo de que la oscuridad (y un sinfín de criaturas macabras) lo invada todo. Para ello usa el poder psíquico de los niños, quienes son arrancados de sus hogares y llevados a Mundo Medio para ser utilizados como arma.

Mientras tanto en Nueva York, donde repercuten los constantes ataques a la torre, el joven Jake Chambers (Tom Taylor) lidia con los sueños más extraños plagados de lugares desconocidos, hombres misteriosos, criaturas macabras y pistoleros; pesadillas que son cada vez más reales, pero para su mamá, sólo una secuela del trauma por haber perdido a su padre. Jacke tiene el “toque”, el poder psíquico necesario para destruir la torre, pero cuando intuye que vienen a secuestrarlo, huye de su casa siguiendo los designios de sus sueños.

El peque encuentra uno de los portales que lo conectan con ese otro mundo post-apocalíptico, un lugar devastado por las acciones del Hombre de Negro, sumido en el miedo, la desesperación y las carencias. Allí se cruza con el pistolero de sus pesadillas, Roland Deschain (Idris Elba), el último de su estirpe, inmune a los poderes del villano, y el único que le puede hacer frente.

Muy a regañadientes tendrán que hacer equipo para encontrar el escondite de Walter (sí, el Hombre de Negro tiene nombre de pila) y evitar que lleve a cabo muy maléficos planes. Una cruzada poco altruista porque, al fin y al cabo, lo único que queda es la venganza.

El planteo de “La Torre Oscura” es tan clásico como cualquier epopeya. La novedad es su mezcla de géneros, básicamente, un western fantástico con elementos de ciencia ficción y criaturas terroríficas. Una aventura que se deja llevar, pero como ya se dijo, demasiado apresurada. No se pierde en sobre explicaciones (eso esta bien), pero tampoco le da el tiempo suficiente al desarrollo de los protagonistas y sus relaciones interpersonales, el aspecto más rico e interesante de la trama.

Así, la historia cae en un conjunto de personajes estereotipados (un villano omnipotente, un héroe conflictivo, el niño en peligro) y una narración que, a pesar de que logra establecer un principio, un nudo y un desenlace, la celeridad le juega bastante en contra.

Arcel se da el gusto de jugar con este universo plagado de elementos y referencias, pero sólo se lo permiten de forma escueta. Se nota la “economía de recursos” y el bajo presupuesto a la hora de meterse de lleno con la fantasía y la ciencia ficción y, en vez de un festín visual oscuro y apocalíptico, nos tenemos que conformar con una estética bastante austera.

El crimen más grande de “La Torre Oscura” es el desperdicio de ciertos actores como Jackie Earle Haley y Katheryn Winnick, personajes poco desarrollados y con poco peso para la historia (aunque no debería ser así), una vez más, consecuencias de un guión apresurado, más comprometido por sentar las bases para una futura franquicia (esto parece el primer capítulo de una saga, sin duda alguna) que por otorgarnos una película redondita.

En definitiva, “La Torre Oscura” no hace agua, ni es ese bodrio inmirable del que todos hablan; simplemente es mediocre y olvidable, y de este tipo de películas ya tuvimos bastantes durante el año.