La toma

Crítica de Juan Pablo Schapira - Tranvías y Deseos

Concientización política

Cuando se trata de interceder activamente en cuestiones políticas, tiendo a pensar que de la reflexión y discusión a la participación concreta hay un paso que tiene que ver con la vivencia personal. Somos un país muy político, nos guste o no; con una juventud muy politizada, para bien o para mal. Las tomas de colegios secundarios en los últimos años son el reflejo de una concientización que comienza naturalmente en la escuela. Allí hay que ver qué chicos internalizan verdaderamente ese espíritu de lucha, quiénes lo cargaban desde antes y cómo le darán uso en el futuro. El resto tomará otras posiciones. Como expresan algunos alumnos en un momento del film: “Somos estudiantes, venimos a estudiar. Punto.” La militancia estudiantil no se lleva muy bien con este problemático argumento, pero no deja de ser muchas veces el de una gran parte del cuerpo estudiantil. Esta semana tomaron la Facultad de Ciencias Sociales en una asamblea que contó con la presencia de una cantidad muy poco representativa del estudiantado.

“La Toma”, entre otras cosas, expone conscientemente la delicadeza de la militancia juvenil, los pros y los contras allí de la retórica, de hacer política en un nivel general pero situándose en un ámbito micro. Un ámbito micro que tuvo y sigue teniendo un eco a nivel nacional. Cuando termina, el documental de Sandra Gugliotta deja más preguntas que respuestas. Y está bien que sea así. La directora nos muestra el día a día de la escuela secundaria Nicolás Avellaneda, una institución que en los primeros minutos da cuenta de una particular dinámica que se ve puesta en jaque ante la toma en septiembre de 2010. El colegio se maneja con mucha soltura durante todo el proceso porque si bien hay un quiebre, las bases que definen los vínculos dentro del Nicolás Avellaneda son sólidas. Lo que se ve es una preocupación por los alumnos, por el orden y el buen trato; un seguimiento de ciertos casos particulares; y más que nada una atención constante en el diálogo, desde y hacia todos los dados. El vicerrector Vazquez comienza el día en el patio escolar en lo que parece ser siempre una charla. Allí están los alumnos y sus padres, y cuando corresponde, todo aquel que esté involucrado en tal o cual situación. Después de que Vazquez habla, se abre el juego. Es igual antes, durante y después de la toma que el film nos muestra.

Gugliotta filma con seriedad, pero con calidez. Busca momentos, consigue muchísimos. Bellos y breves planos de pequeñas historias de amor nos recuerdan, sin que ese sea un tema central, que es la razón por la que los adolescentes hacen los mayores sacrificios; que allí siempre se juegan la vida. En la edición se intentó que nos quedé lo mejor del material. A veces hay conversaciones que se hacen muy largas, en otras queremos saber más, algunas quizá son demasiado convenientes. Son muchas aristas las que pueden encontrarse en una situación como esta. La decisión clave de la directora es, sin dudas, la de no juzgar. Ella observa sin participar y hace el recorte imparcial que su documental le reclamaba. Vemos todas las miradas y oímos todas las voces en menos de setenta minutos que no resultan poco para el debate que la película dispara al instante.

Aún así, tal vez por su pasado de ficción, tal vez por el entrenamiento que todo espectador tiene para ver ficción, “La Toma” teje ciertos modelos de personaje que dan lugar a momentos dramáticos y de tensión que en un contexto documental de realidad recuerdan también a cualquier película ficticia. La directora lo denomina a Vazquez como protagonista, así como a Mariana, Melisa, Roberta. Todos tienen sus personalidades definidas y está a la vista el rol que ocuparán en el conflicto una vez que el mismo se desata. Que operen como si estuviesen orientados por un guión cinematográfico no nos dice nada negativo sobre la realidad. A lo sumo pone de manifiesto la conexión de la realidad con los esqueletos argumentales del mundo ficcional. Nada nuevo pero sí útil, si consideramos qué hay en esa conexión que nos fascina. Y allí arremete el centro del relato que es la militancia. Estos protagonistas son militantes. El militante, aunque sea joven y estudiante (y aquí también los hay mayores y profesionales), fabrica relatos, inventa mundos. Y ver política en acción siempre es fascinante. La política tiene el poder de fascinación de la ficción.

Por último, y más allá de estas reflexiones, ver “La Toma” es salir del cine con la idea de que la juventud no está tan dormida pero tampoco tan convencida de tantas cosas. Hay una parte que sí, pero es un número pequeño que no tiene las herramientas –o tal vez carece de autoridad- para integrar a la otra. ¿Cómo? Educándola para que internalice un motivo de lucha si va a salir a pelear. Que no caminen por la calle con un cartel si ni pueden defender su contenido. Eso ya le pasa a veces a los más grandes y lo que menos necesitamos es que los jóvenes sigan ese camino.