La tigra, Chaco

Crítica de Diego Lerer - Clarín

El amor, segunda parte

Un chico y una chica, amigos de la infancia, se reencuentran.

El título de la opera prima de Federico Godfrid y Juan Sasiaín invita a ver otra película. Uno imagina que se topará con un drama social de temática relevante sobre algún perdido pueblo chaqueño. El pueblo existe y las acciones transcurren allí, pero la historia tiene poco que ver, al menos directamente, con esas convenciones. Se podría decir que es una comedia romántica, o un triángulo amoroso, o lo que le pasa a un veinteañero cuando vuelve a su pueblo y descubre que su vecinita de la infancia se ha convertido, como diría su tía, en "una linda chica".

Ezequiel Tronconi encarna a Esteban, un joven que se ha ido a Buenos Aires y que vuelve a La Tigra a visitar a su padre, que ha formado allí una nueva familia y que justo cuando él llega, está de viaje. Se queda en la casa de una tía simpática -a esta altura uno podría pensar que el filme es una cruza, en versión liviana y masculina, de Ana y los otros y Mundo grúa- y se topa enseguida con Vero (Guadalupe Docampo) y descubre que la compañerita de entonces ha cambiado bastante.

El problema es que Vero está de novia con un chico que canta en una banda de rock y que trabaja en la carnicería del pueblo. Entre charlas con su tía, con las amigas de ella, una incipiente relación con su medio hermano y con la esposa de su padre, Esteban intentará acercarse a Vero. Pero no será fácil: no sólo el novio acecha casi siempre (el pueblo es bastante chico) sino que tampoco ella sueña con dejar el lugar e irse a Buenos Aires.

La Tigra, Chaco cuenta esa historia pequeña casi como si fuera la primera vez: con una inocencia y encanto que tiene muchos puntos en común con la de los protagonistas. La atracción de Esteban por Vero, las dudas de ella, las sospechas de su novio: son todos elementos ya vistos en decenas de películas, pero los directores se las arreglan para darle naturalidad y frescura. Y los actores aportan su carisma, especialmente Docampo, con la doble dificultad de hacer un acento, junto a una serie de personajes secundarios (pobladores del lugar, seguramente) entrañables.

Una pequeña historia de amor en un pueblo pequeño, La Tigra... no tiene más pretensiones que ser honesta con su mundo y sus criaturas. Y lo logra, lo cual es un mérito no tan usual como debería.