La sospecha

Crítica de Jonathan Santucho - Loco x el Cine

Laberintos bajo la nieve.

Es más que curioso que el estreno en Argentina de La Sospecha (Prisoners, 2013) coincida con la celebración del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos. Parece una cruel broma, considerando como esa fecha de reunión familiar es el punto de partida de la historia, cuando la desaparición de dos chicas transforma una ocasión de celebración en un viaje sin retorno al fondo de la oscuridad que existe en todos nosotros. Aún fuera de la ficción, la película logra lanzar un último y maldito escalofrío. Lo peor es que se lo gana.

Considerando como la pérdida de un ser querido puede cambiar la vida de alguien para siempre, vale más aún revisar a gente como Keller Dover (Hugh Jackman), quien está al borde de lo socialmente aceptable. Verán, él es un hombre religioso, pero del tipo que en realidad le teme a Dios. Obsesionado por estar listo para sobrevivir a lo que sea, el hombre imparte a su familia sus conocimientos de cazador primitivo, incluso preparando un refugio en caso del apocalipsis. Pero a pesar de todo, él no está preparado para el diluvio personal que es la pérdida de su hija. Con su esposa (Maria Bello) destruida, su pareja amiga (Terrence Howard y Viola Davis) confundida y unida en la tragedia, y el único sospechoso (Paul Dano) dejado en libertad tras la falta de evidencias y su pobre estado mental, Dover se precipita a actuar antes de que sea tarde para las dos nenas. Su idea es simple pero brutal: secuestrar al casi incriminado, y torturarlo hasta que cante la ubicación de las niñas. Ese será sólo el primero de los pasos hacia la locura que emprenderá, todo mientras el detective Loki (Jake Gyllenhaal), cae en abismos similares mientras trata de resolver el críptico caso.

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De esta manera, el director canadiense Denis Villeneuve (responsable por otro intenso y violento drama familiar, Incendies) plantea esta historia, que no está tan enfocada en el descubrimiento de los culpables, sino más bien en el choque ético contra la falta de opciones, y las líneas que cruza uno para pasar de víctima a victimario. Por un lado, está Dover, quien está tan decidido que incluso llega a fabricar un letal artefacto, encerrando a su moribunda presa hasta la máxima incomodidad y duchándola en agua hirviente. La agudez de los gritos y el constante vapor que se fuga por el único agujero de luz dicen tanto como decenas de golpes. Mientras tanto, está la postura de Howard y Davis, los otros padres perjudicados, quienes se sienten asqueados por el plan de su amigo, pero no evitan el desastre. Y, en otra parte, está Loki, atrapado en la jurisdicción, que le corroe la paciencia hasta llevarlo a su propios abismos. La idea de “¿cuánto haría para proteger a alguien?” se balancea sobre todos ellos.

Todo esto ocurre en el escenario del estado de Pennsylvania, poblado de items religiosos y de una vida macabra. Es inevitable darle crédito al gran Roger Deakins, quien sigue siendo de los pocos directores de fotografía que hoy manifiestan identidad propia en Estados Unidos. Esta vez, el virtuoso de la lente le da la atmósfera sombría a una locación que cobra vida propia, usando la blancura de la nieve y las tumbas congeladas para ser la perfecta cómplice de secretos, delitos y serpientes (tanto metafórica como literalmente).

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Pero, aún con todo esto, el film es sobre todo un show actoral, y con ese elenco, es uno de los mejores del año. Ante nada, hay que olvidarse del miserable musical de Tom Hooper, porque este es el verdadero mejor trabajo de la carrera de Hugh Jackman. Su entrega al rol de un padre sin alternativas es tan hipnotizante como brutal, mostrando más ira en dos minutos de pura destrucción que en sus seis apariciones como mutante de Marvel. Pero él no es el único protagonista del cuento, ya que Jake Gyllenhaal es más que un fuerte contrapunto a la bestia australiana. Todo eso queda claro en el último tercio, donde la atención pasa sin inconvenientes a su historia, un único espacio de humanidad en este espectáculo de miserias. Por supuesto, ambos manifiestan fuerte apoyo del resto de los intérpretes, desde los conflictuados Howard, Davis y Bello hasta el aislado Dano, quien encima está acompañado por una escurridiza Melissa Leo.

Bajo estas lentas pero cautivadoras condiciones, el drama, el thriller y el policial se mezclan sin problemas para crear un producto de densa psicología que ya no aparece tanto en Hollywood. Entre tantos giros, conflictos y dramas, los monumentales 153 minutos pasen en un respiro, esa única toma de aire que permite la película al terminar. Claro, no todo es perfecto; el final sufre el síndrome de la sobre-explicación, mientras que se puede notar que los últimos segundos no concuerdan con la lúgubre dirección de todo lo anterior, haciendo sospechar de un manotazo ajeno. Pero como está, La Sospecha merece compararse con los grandes thrillers de la última década, a la altura de Río Místico y Zodíaco. Esa último producción tenía un lema interesante: “Hay más de una forma de perder la vida por un asesino”. Tiene toda la razón.