La sospecha

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Tensión en su medida justa

El thriller de Denis Villeneuve construye una puesta asfixiante centrada en un drama.

El miedo final, ese que llega disparado por una noticia o un caso más o menos cercano y que hacen que la mayoría de los espectadores, sobre todo los padres, realicen esa llamada que no estaba prevista o que se asomen a donde juegan o estudian los hijos para comprobar que si, todo está bien. Sobre la desaparición de dos nenas está centrada La sospecha, un thriller psicológico en la línea de varios otros títulos que en los últimos años abordan la misma temática.
En la víspera de Acción de Gracias, Keller Dover (Hugh Jackman) y su esposa Grace (Maria Bello) pasan el feriado con una pareja amiga, mientras las niñas juegan en la calle del barrio. Las nenas no vuelven y mientras pasan las horas, el miedo se convierte en pánico, interviene el detective Loki (Jake Gyllenhaal), que rápidamente llega a la conclusión que el principal sospechoso es Alex Jones (Paul Dano en otro personaje border y van…), estacionado en su casa rodante cerca de donde se supone que desaparecieron las nenas. Pero Alex tiene problemas mentales, vive con su anciana tía (Melissa Leo extraordinaria como siempre) y por falta de pruebas contundentes queda libre.
A partir de allí, el franco-canadiense Denis Villeneuve, que con Incendies fue nominado al Oscar en la categoría Mejor Película Extranjera, trabaja sobre la vieja idea de la justicia por mano propia, de lo que es capaz Keller para encontrar a su hija mientras su mujer se hunde en la depresión y no es capaz de salir de la cama.
Oscura y opresiva, La sospecha va construyendo un relato con un guión preciso y una puesta asfixiante, tal vez demasiado planificada pero que sin embargo perfila bien a los personajes, con más de un punto de contacto con films como Zodíaco o Seven, ambos de David Fincher. Pero mientras que el realizador estadounidense logra una tensión precisa a partir de la síntesis, Villeneuve alarga y complejiza el relato innecesariamente, confundiendo gravedad con nervio narrativo.