La sombra del gallo

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

El debut en la ficción de Nicolás Herzog, La sombra del gallo, mezcla varios géneros, para contar una historia con algo de documental, y apoyada en un elenco sólido comprometido con el tono sórdido buscado.
Un realizador puede saltar de un registro al otro, pasar del documental a la ficción, y viceversa, y mantener un estilo.
Tras dos documentales como Orquesta roja y Vuelo nocturno que le valieron un nombre de referencia dentro de los documentalistas actuales a tener en cuenta; Nicolás Herzog hace su debut dentro del largo ficcional con La sombra del gallo; y sin embargo, en ella podemos encontrar vestigios de su huella.
Tanto Orquesta roja como Vuelo nocturno son dos documentales atravesados por sus contextos sociales, politizados, comprometidos, y con una fuerte coraza narrativa. En La sombra del gallo, esa impronta social y de contexto comprometido con lo que lo rodea también está presente, y dentro del marco de ficción hay una visión del protagonista que se asemeja a lo documental.
En los pueblos chicos se cuecen historias de trasfondos, secretos, mecánicas internas y manejos que no conviene que salgan de sus fronteras. Román (Lautaro Delgado Timruk) sale de prisión y vuelve a su pueblo natal en donde su padre acaba de fallecer.
Su padre era el ex comisario del pueblo, y él también cumplía como oficial de la fuerza hasta caer en prisión.
Cuando recibe la posibilidad de salida transitoria por el fallecimiento del familiar, no duda en regresar al lugar en donde será recibido por un ex colega (Claudia Rissi) que parece dispuesto a ayudarlo por una deuda ¿moral? con él y con su padre.
Román es un personaje oscuro, con el pasado que le pesa, y quizá volver a ese pueblo entrerriano, a esa casa vacía, no fue la mejor de las opciones. Deambula entre recuerdos y zonas oscuras, observa sin hablar, y aquello que no tenía que salir a la luz indefectiblemente asomará.
Cuando el pueblo se vea conmocionado por la desaparición de una adolescente, comenzará a recibir la visita de una joven, un amor del pasado (Rita Pauls), que lo atrae a la vez que lo repele y presiona, hay algo que puja por ser desenterrado. Llevado por estas pulsiones, Román se inmiscuirá más de lo debido bajo la posibilidad de descubrir aquello que sus ex colegas quieren tapar.
La sombra del gallo presenta una historia ya transitada por el cine argentino. Los casos que involucran desapariciones masivas de jóvenes, y los entramados internos con secretos a voces, es algo corriente tanto en las ficciones como, tristemente, en las noticias regulares.
Obviamente, esas ficciones tienen mucho de realidad, y eso es el aporte de La sombra del gallo, que además de narrar una historia ficcional, ofrece un tratamiento desde la cámara que se asemeja a lo documental observacional, con marchas sucesivas en el pueblo.
Desde la ficción, Herzog maneja varios géneros. Transita desde el western rural, al drama, el thriller, el policial, y también alguna pincelada que podría intuirse como sobrenatural.
Lautaro Delgado Timruk cambia nuevamente su registro actoral. A quienes estas semanas lo vieron en Respira, les costará reconocerlo en este parco, oscuro, y atormentado Román. Nuevamente sorprende con una actuación sobresaliente que eleva la propuesta.
Claudio Rissi, en un claro secundario, también es marca de calidad. Este tipo de roles turbios con algo de agrio carisma le salen de taquito.
Rita Pauls se suma cumpliendo una labor correcta en un personaje enigmático.
Con un ritmo algo desparejo en el que parece que todo se cuenta en el primer acto, para retomar con algún giro previsible en el final; y un abuso de los silencios y los tiempos muertos para crear un clima seco; La sombra del gallo puede hacerse algo más extensa de lo aparente.
Por ser su primer paso en la ficción, es de destacar lo cuidado en la creación de limas y atmósferas desde lo técnico y la puesta en escena de ambiente, fotografía, y montaje.
En su mirada hay ficción, hay realidad, y hay vestigios del pasado del país que repercute en el presente, aun cuando muchos crean que esos episodios ya están sepultados.
Herzog transita con mano firme este primer paso por el cine ficcional, más allá de algunas imperfecciones, manteniendo un estilo, y mostrándose preocupado por las problemáticas reales que nos rodean en el día a día. La sombra del gallo es una película más necesaria y comprometida de lo que aparenta su base típica de género.