La señora Harris va a París

Crítica de Santiago García - Leer Cine

La señora Harris va a París (Mrs. Harris Goes to Paris, 2022) es una de esas películas británicas amablemente tribuneras, hechas para agradar y hacer sentir bien a los espectadores. No se me ocurre tarea más noble salvo, claro, hacer grandes películas. En este caso el saldo es positivo, aun cuando en cada escena respira esa amabilidad demagógica algo prefabricada. En Londres en 1957, la Sra. Ada Harris (Lesley Manville), una señora de la limpieza viuda de guerra, se obsesiona con el vestido Dior de alta costura de un cliente. Un par de vueltas del destino y algo de suerte le permiten tener todo el dinero para pagar el fastuoso vestido, por lo que decide viajar a París a comprarlo. Su inocencia y generosidad no le permiten darse cuenta del mundo en el cual está por entrar. Al llegar a la casa de moda se topa con una exhibición de la colección del décimo aniversario de Dior y se hace amiga de André, el contador de Dior, y Natasha, una de las modelos. Sin embargo, a la directora de Dior, Claudine (Isabelle Huppert, nada menos), le molesta la intrusión de Ada en el exclusivo mundo de la alta costura. También se hará amiga del Marqués de Chassagne (Lambert Wilson), su aliado para poder entrar en ese universo que inicialmente la rechaza.

Toda la película transita por lugares conocidos, con mucho sentido del humor, situaciones previsibles y una ligera lucha de clases previsible y conciliadora a la vez. Mientras las viejas formas van encontrando su final, una nueva generación parece iniciar un cambio social que traerá un cambio total de usos y costumbres. En el medio, claro, está la señora Harris, cándida, honesta, generosa y finalmente inteligente, capaz de observar todo esto y ser motor también, de esos cambios mencionados. De hecho, su condición de trabajadora que llega a Dior es el resumen de lo mencionado. Algunos detalles de drama distraen e inquietan, pero sabemos que nada grave nos puede pasar. Y ver a Isabelle Huppert haciendo de villana francesa en una comedia británica es una rareza que vale la pena destacar.