La Salada

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Un intenso lugar en el mundo
La película del director argentino, Juan Martín Hsu, delinea un mapa de relaciones en donde el drama da paso al humor.

Para muchos la feria La Salada, surgida en los noventa en plena crisis económica, es un espacio donde se comercia desde la ilegalidad, mientras que para otros es un fenómeno económico y social que hoy define los hábitos de consumo de buena parte de la población. Y está Juan Martín Hsu, un director argentino de origen chino que ve en ese espacio un territorio único para reflexionar en su opera prima sobre la multiculturalidad del presente que enriquece la identidad argentina.
Ganadora de numerosos premios en distintos festivales del mundo, en buena parte del relato La Salada se instala entre la abigarrada feria llena de puestos, pasillos y recovecos, escenarios reales que parecen haber sido diseñados para contar tres historias que tienen como protagonistas a inmigrantes, un poco fuera de su eje en un lugar que todavía no les es propio pero luchando para salir adelante y encontrar su destino.
Así, el insomne taiwanés Huang (Ignacio Huang, de Un cuento chino) hace copias truchas y aprende castellano con películas como Juan Moreira o Sábado y cuando se comunica telefónicamente con su madre escucha una y otra vez la pregunta de si ya tiene novia, entonces con su infinita tristeza (que recuerda a los personajes de Tsai Ming-liang) trata de satisfacer torpemente el reclamo materno. En paralelo, tampoco le son fáciles las cosas a Bruno, recién llegado desde Bolivia junto a su tío en busca de trabajo y con grandes dificultades de adaptación, hasta que encuentra la ayuda y la contención inesperada del coreano Kim (Chang Sun Kim, de Graduados y Los simuladores) que lo quiere como un hijo y sobre todo, no le trae los dolores de cabeza que Yun Jin, su verdadera hija, que empieza a dudar de el casamiento que arregló su conservador padre.
Con una mirada que tiene tanto de ternura sobre sus personajes como curiosidad sobre su futuro, Hsu va delineando un mapa de relaciones en donde el drama da paso al humor de manera natural, sin remarcaciones innecesarias pero con observaciones precisas sobre cada diferencia cultural, sin olvidar cuestiones como los cruces generacionales, la cuestión social y si, una tímida pero evidente conclusión esperanzadora.