La Salada

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

El desconcierto

Retrata a un sector de la población de la Argentina tan vasto como misterioso: los inmigrantes.

Por su título, La Salada parece la competencia de Bolishopping, otro de los estrenos de esta semana. Casualidades del destino: si bien transcurren en ambientes emparentados -y hasta comparten un actor, Limbert Ticona- son películas completamente diferentes. A diferencia de la de Pablo Stigliani, la opera prima de Juan Martín Hsu no pretende denunciar mafias. La feria de Lomas de Zamora funciona sólo como marco y nexo vinculante de tres historias entrecruzadas de inmigrantes: un próspero empresario coreano, cerrado culturalmente, empecinado en que su hija se case con un compatriota; un taiwanés que se dedica a piratear películas y mitiga su soledad llamando casi diariamente a su familia en Taiwán; un joven boliviano recién llegado que trata de hacer pie en la Argentina.

Hijo argentino de madre taiwanesa y padre chino, Hsu conoce de primera mano lo que está contando: las nostalgias del inmigrante, esa sensación de sentirse ajeno a un lugar o a una cultura aun años después de haberse ido del propio terruño. En ese sentido, la película -hablada en coreano, chino, quechua y castellano- es una rareza: retrata a un sector de la población de la Argentina tan vasto como misterioso, que no es abordado con mucha frecuencia por el cine o la literatura (hay varias excepciones, como Bolivia, de Adrián Caetano, o las novelas Un chino en bicicleta, de Ariel Magnus, y la controvertida Bolivia construcciones, de Sergio di Nucci, de la que Hsu tomó algunas ideas).

La Salada está lejos de ser una película redonda: le falta vigor narrativo y por momentos cae en el nadismo que afecta a parte del cine argentino (al que Hsu homenajea, desde Juan Moreira a Rapado). Pero transmite la soledad y el desconcierto del extranjero, que es, en definitiva, lo que se propone.