La sal de la vida

Crítica de Diego Lerer - Clarín

La vecinita de enfrente...

Gianni Di Gregorio dirige y protagoniza esta comedia sobre un hombre que quiere conquistar mujeres jóvenes.

Los que vieron Un feriado particular saben bien quién es Gianni, el protagonista de aquel filme y de éste, La sal de la vida , en ambos casos interpretado por Gianni Di Gregorio, que es también guionista y director de ambas. Este sesentón, amable, tierno y hasta un poco discreto para los estándares italianos, tenía que lidiar, en el primer filme, con cuatro viejitas que quedaban a su cuidado en un fin de semana de vacaciones en Roma.

En este nuevo filme -que no es estrictamente una secuela, pero parte de la misma idea, con los personajes llevando el nombre de los actores y una estética y planteo similar-, Gianni sigue teniendo a su madre alrededor causándole problemas (está internada en un geriátrico y no para de gastar dinero), pero el centro está en otra cosa.

En esta ocasión, Gianni -casado, con una hija y viviendo en cuartos separados con su esposa- descubre que a su alrededor está lleno de bellas mujeres que le gustan y que lo miman, lo quieren, lo respetan. Pero lo tratan como un abuelo y punto. ¿Le alcanza con eso? El filme corre desde lo temático por una senda más convencional que el anterior. Si bien las “viejitas“ hacen su aparición para enredarle la vida al pobre Gianni, el asunto para él parece ser cómo hacer para que alguna de las tantas chicas que se cruzan por su camino (la que atiende a su madre en la clínica, su vecina, una ex pareja y hasta las bellas mujeres que caminan por la calle o las que venden en la feria) le preste atención.

El hombre es amable, simpático, “un gran amigo” al que todas las chicas besan, abrazan y acarician. Pero la edad no implica que al pobre de Gianni no le pasen cosas con ellas. Lo interesante del filme es ponerse en la piel de un hombre de 60 años que sigue con los sentidos despiertos, pero al que ya las chicas se le vuelven inalcanzables. “Te quiero como a un nono”, le dice una. De ahí no se vuelve...

Di Gregorio (que fue guionista de Gomorra ) estructura todo de manera similar a su película anterior. Se siente la improvisación de algunos textos, la naturalidad de las actuaciones, la estructura casi casual y nada forzada de encuentros y desencuentros, pero acaso por ser la temática algo más trillada, el filme no tiene la potencia humorística del anterior, aunque no pierde en melancolía y gracia.

Al final, cuando suena Here Comes the Man , de The Pixies (sí, los Pixies en una comedia italiana para un público, eh, mayorcito), el círculo se cierra claramente. La vida, a los 60, tiene sus variados placeres, eso es innegable. Sólo que hay que saber dónde encontrarlos y, también, asumir que algunos otros habrá que resignar, por más que la vecinita de enfrente de 20 años sea pura sonrisa...