La sal de la vida

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Los días de un hombre invisible

Gianni y las mujeres, tal el título traducido caprichosamente como La sal de la vida, traza el boceto cotidiano de un jubilado, Gianni, que vive en un departamento alquilado en Roma junto a su esposa e hija. El relato clásico es el modo que eligió el director y protagonista Gianni Di Gregorio para contar por qué un hombre se siente invisible, separado de todo impulso vital.

Gianni es el amo de casa, mientras el mundo gira a una velocidad que lo ha dejado atrás. Atiende las tareas domésticas, pasea su perro y el de la vecina, y se ocupa de la madre. Estupenda Valeria De Franciscis como la anciana manipuladora que derrocha, está lúcida y aun así, es amable y encantadora. “Teneme paciencia”, le dice a Gianni que clasifica para santo.

Es Alfonso (Alfonso Santagata) quien le clava la espina cuando le aconseja tener una aventura. Primero Gianni se escandaliza como reflejo de tantas imposibilidades acumuladas. Pero luego lo intenta, a su manera, con mujeres que hace tiempo que no ve. Se propone encuentros, se da cuenta de la vida que lleva, se mira al espejo; advierte la indiferencia con que lo tratan, propia de la rutina. Gianni Di Gregorio filmó la película a su medida. La interpretación remite a los dramas agridulces, aunque no se agota en la figura del antihéroe. Todo recupera la voluptuosidad ante los ojos del hombre. “A veces la belleza te abruma”, comenta con el amigo. Quedan preguntas y sensaciones sobre el paso del tiempo y cómo en las sociedades que esgrimen la longevidad como un logro, el patrón de juventud y belleza continúa cercando a las personas que no se resignan a jubilarse de la vida.