La sal de la vida

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

El fuego interior

Hace un año conocimos a Gianni y a su madre. Fue en ocasión de "Un Feriado Particular", donde el buenazo de Gianni se hacía cargo de cuatro venerables ancianas. Esta vez el personaje regresa, también junto a su madre, pero con algunas diferencias en la estructura que le rodea. Ya no es un desocupado sino un jubilado a la fuerza, que se niega a ser como los otros jubilados que conoce, sentados en una esquina perdiendo el tiempo. Convive con su ex mujer, una hija adolescente y el novio de esta.
Incentivado por un amigo, a los 62 años intenta revivir el fuego amoroso y para ello se encuentra con amores del pasado, sin estar muy convencido de su accionar.
Gianni Di Gregorio dota a su personaje de cierta languidez, con una sonrisa siempre lista, aunque sea de compromiso. Es el eterno hijo de mamá al que hasta las mujeres lo ven de manera maternal. Un auténtico tano incapaz de desentenderse de su madre mientras hace malabares para vivir su vida.
Sin embargo lo que Di Gregorio consigue poner en foco, a medida que avanza la historia, es un tema que preocupa en Europa: los millones de individuos descartados laboralmente que quedan a la deriva, viviendo de una pensión y sin nada que hacer. Gianni los observa desde su ventana y no quiere ser como ellos, sentado en una silla viendo la vida de otros pasar. Pasea a su perro y ve a un tipo desarmando su Fiat 600 tal vez por enésima vez. Se sienta en una plaza y con desgano responde a un anciano desconocido lo que este le pregunta solo por hablar. Y no le gusta. Por suerte el destino tiene otros planes para nuestro amigo. Porque ya lo dijo el gran Javier Villafañe: "Yo no soy viejo porque no me junto con viejos".