La resurrección del mal

Crítica de Walter Pulero - Cinergia

Con el miedo a otra parte

Blumhouse Productions es una de las grandes productoras del mundo de películas de género. Bajo sus hombros tienen films como La noche del demonio (Insidous), Sinister y la saga de Actividad Paranormal (Paranormal Activity). Y si bien la mayoría de ellas lejos están de ser películas de calidad cinematográfica, en gran medida cumplen con el propósito de generar el susto y resultan entretenidas. Hasta que llega a los cines La resurrección del mal (Havenhurst, 2016) para romper con este esquema, la cual se trata de una película mediocre en todos los sentidos.
La historia se sitúa en el hotel residencial Havenhurst en Nueva York, el cual es administrado por una señora bastante mayor (Fionnula Flanagan) cuya función es alojar allí a adictos a diversas materias (alcohol, drogas, prostitución) en proceso de rehabilitación. La única condición es que no recaigan en esos hábitos, de lo contrario serán desalojados. Jackie (Julie Benz) llega al hotel luego de pasar por una adicción al alcohol, pero su verdadero motivo del alojamiento es realizar una investigación acerca de lo que sucede allí. Allí se encontrará con Sarah (Belle Shouse), una niña vecina quien le recordará a su propia hija. No mucho más que eso.
En principio algo de la trama nos acerca a El juego del miedo (Saw, 2004) donde el mal sanciona la lujuria, indecencia y todo lo que remita a actos inmorales. Pero lejos de lo que sucede en esa saga, en La resurrección del mal no existe (o al menos no se da a conocer) alguna motivación para atentar contra sus víctimas. No encontramos tampoco durante sus 80 minutos una coherencia en la trama: por momentos se indaga sobre el terror psicológico, en otros sobre la culpa que siente Jackie por su pasado y en otras oportunidades se vuelve un caso policial.

En conclusión, no nos ofrece nada nuevo y es posible que tampoco lo intente. Toda la película es un cúmulo de lugares comunes sin sorpresas o con un toque de originalidad. Ni siquiera es posible construir empatía con los personajes: nada de lo que les pase nos interesa demasiado.