La religiosa

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Una aparición luminosa

Basada en una novela publicada en 1760 del francés Didier Diderot, figura clave de la Ilustración, esta película de Guillaume Nicloux -director casi desconocido en la Argentina que en 2014 estrenó una película protagonizada por el polémico escritor Michel Houellebecq- pone el foco en las penurias de Suzanne, una joven de 16 años, la menor de las tres hijas de una familia del siglo XVIII, que es obligada a recluirse en un convento donde no la pasará nada bien.

Su familia tiene problemas económicos y vislumbra la supuesta protección de la vida religiosa como una solución razonable. Casi de inmediato, Suzanne empieza a sufrir el tedio y la presión de un ambiente cargado de rigidez y autoritarismo. Intenta liberarse de ese compromiso no deseado y eso desata una serie de maltratos que incluyen la tortura física y psicológica. Naturalmente, para la época en la que Diderot publicó su novela, el planteo del derecho que tiene una mujer a tomar sus propias decisiones era osado. Hoy ha perdido cierta vigencia. Y de algún modo eso también se ve reflejado en el tono de la película, morosa, solemne, por momentos realmente aburrida y decididamente inferior a la versión que en 1966 filmó Jacques Rivette.

Lo que la mantiene viva es la formidable actuación de su protagonista, Pauline Etienne, que recuerda en más de un pasaje a la inolvidable María Falconetti de La pasión de Juana de Arco (1928), de Carl Theodor Dreyer, y la aparición en la segunda mitad del relato de esa formidable actriz que es Isabelle Huppert, la madre superiora de un convento al que la protagonista es trasladada luego de que un funcionario eclesiástico de alto rango comprueba las crueldades que Suzanne tuvo que tolerar con entereza en su destino original.

El personaje de Huppert parece llegado de otra historia: se enamora perdidamente de la jovencita y termina perdiendo los estribos, una situación anómala que quiebra el acartonamiento que caracterizaba a la historia hasta ese momento. Huppert juega ese papel oscilando entre la ternura y la perversión, y renueva el aire de la película. Ese inesperado amour fou será la última zozobra que vivirá la protagonista, decidida a salir a conocer el mundo y encontrar su verdadera identidad, escondida detrás de un secreto que su familia se había negado a revelarle y que descubrirá lejos de la irracional severidad de los conventos.