La reina del miedo

Crítica de Vanesa Fognani - Notinac

La reina del miedo es una especie de parábola sobre la crisis de una mujer que ha pasado apenas los 40, la fantasía lúdica y aterradora sobre la soledad, los miedos inacabados y la dolorosa angustia de un amor que se marchó, son los ejes principales de una historia breve en donde la “queen” del drama es la gran Valeria Bertucelli. Bertucelli- y la voy a nombrar hasta el cansancio- es tan genial que propone un monologo extenso, en primerísimo primer plano, de Robertina, una actriz ultra sensible, nerviosa e impulsiva, que está ensayando una obra – unipersonal- en medio de una intermitencia amorosa. Bertucelli, quien además co dirige (junto con Fabiana Tiscornia) y escribió esta película, propone un pasaje reposado sobre la vida de una mujer temerosa que está en plena incertidumbre.

El placer de ver La reina del miedo se centra en explorar las hazañas de la protagonista, quien se muestra vulnerable y nerviosa. La gracia deviene de la pantagruélica imagen de una mujer en pleno proceso de maduración, Robertina es como una niña que expone su llanto tierno ante las azarosas variaciones de la vida. Los sonidos, las sombras fuera de foco, las voces susurrando, la sorpresa de una lágrima cayendo expuesta con el detalle del expresionismo acompañan un drama en donde uno se rie con pesar del infortunio. Claramente, y perdón mi contrera acérrima con otros colegas, La reina del miedo NO ES UNA COMEDIA, la sonrisa se dibuja ante una Bertucelli aturdida y desorientada – quien no lo estuvo acaso- pero el pesar se posiciona fuerte en todo el metraje.

La película empieza con una atmosfera pesada, un corte de luz es la excusa perfecta para describir el carácter nervioso de la protagonista y la relación con la gente que trabaja en su casa. Es una mujer sola en una casa inmensa. “Rober yo se cómo sos” le dice con cierta ironía por teléfono su amigo Lisandro (Diego Velázquez) y le pide que lo vaya a visitar a Dinamarca. Robertina viaja con lo puesto – el vestuario es bellísimo- para reencontrarse con su amigo que tiene cáncer.

La “reina” del miedo, Robertina, sale de su caótico mundo y se encuentra libre, sincera junto a Lisandro con quien tiene charlas memorables. La atención nunca se detiene, y el encanto de la película siempre se posa como una brisa en Robertina/Bertucelli (de pie para nombrarla) quien muestra una vida interesante, clausurada por la tensión de la vehemencia. La musiquilla de Vicentico y de algunos clásicos ochenteros, suman más nostalgia a una película nerviosamente femenina. La actriz que se filma a si misma a punto de estrenar, y la ocurrencia que incomoda y se siente trágica y ella temerosa, miedosa, allí esperando en silencio un desenlace. Valoración: Muy Buena