Chef: La receta de la felicidad

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Milanesa con papas fritas

Además de grandes actores de reparto, la comedia también suma a Twitter y a los teléfonos inteligentes.

Si usted es de los que está harto de que los cocineros sean tratados como estrellas de rock, de prender la televisión y que haya gente cocinando a toda hora y en cualquier canal, de que en la radio se hable de recetas y restoranes tanto como del caos de tránsito, de que en las reuniones de amigos la gastronomía sea un tema más popular que el fútbol, entonces absténgase de ver Chef. Si, en cambio, es de los que adhiere sin ambages al boom gastronómico, vaya nomás.

Después de dirigir tanques como las dos primeras Iron Man y Cowboys & Aliens, el querible Jon Favreau vuelve a las fuentes con esta película, que tiene el aire indie de sus comienzos. No parece casual que el personaje que él mismo interpreta, el chef Carl Casper, trace una parábola equivalente: cansado de tener que seguir las pautas del dueño del restaurante donde trabaja, decide independizarse.

Lo mejor de Chef está en su primera media hora. Ahí se retrata con alta fidelidad la cotidianidad de la cocina de un buen restaurante. Y ahí se plantean los conflictos filosóficos de la película: el eterno enfrentamiento entre creadores y críticos destructores (Ratatouille es una referencia ineludible); la búsqueda de riesgo artístico versus la apuesta a lo seguro. Y si bien su personaje se juega por la innovación, en realidad Favreau como director y guionista opta por la segunda opción. Porque después de aquel buen comienzo, todo toma un rumbo absolutamente convencional. La gastronomía y los dilemas artísticos pierden fuerza y crece una insípida y predecible historia familiar (la relación entre Casper, su ex mujer y su hijo de diez años: un niño brillante y adorable, por supuesto).

Además del propio Favreau, trabaja un dream team de actores de reparto que le dan más brillo a todo: John Leguizamo, Dustin Hoffman, Scarlett Johansson, Robert Downey Jr. y Oliver Platt. Las redes sociales también juegan un papel importante: como pocas veces se ha visto en el cine, la película incorpora a Twitter y los teléfonos inteligentes -hasta ahora, más un problema que una solución para los guionistas- como parte fundamental de una historia tan rica y predictible como una buena milanea con papas fritas.