La princesa y el sapo

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

Fórmula probada (y más que aprobada).

A las mejores épocas de animación de Disney se las suele dividir en: La primera etapa de oro (empezando por el clásico Blancanieves, siguiendo con Pinocho, y otras menores, como La cenicienta) y la segunda etapa de oro (el resurgimiento con colores vivos, fuertes, y canciones simpáticas y alegres).
Parte de la responsabilidad de ese electroshock al estudio la tuvieron Ron Clements y John Musker, directores de La sirenita y Aladín. Son también los responsables de este (¿segundo?) resurgimiento.
Buscando recuperar ese lugarcito perdido en esta década a manos de la animación computarizada, La princesa y el sapo trata de revivir ese sentimiento de bienstar y entretenimiento que significaron las películas antes mencionadas (y hay que aclarar, llegaron a su máxima expresión con la excelente La bella y la bestia). Más allá de algunos altibajos, el estudio olvidó los musicales y se empeñó en historias de aventuras como La leyenda del tesoro perdido y Atlantis. Disney terminó entonces por lanzarse (por cuenta propia) al mundo de la animación 3D. El resultado fue un pollo que veía marcianos. Ah, y la película es mala.
Con La princesa y el sapo se nota ese esfuerzo por volver a esa segunda etapa. Es más, lejos de arriesgarse (el único "riesgo" es la técnica de animación) se afianza en las viejas fórmulas. Sí uno ya conoce el molde de esas películas (princesa más protagonista que el príncipe; bichos, elementos sobrenaturales que hacen el número músical de turno; algún animalito/ote, que es el comic-relief (y también canta); un villano hechicero y codicioso; etc. ya sabe lo que le espera. Las referencias a Pinocho, El rey León, y otras, se terminan cuando uno siente que hay demasiadas. Y empieza a pensar que, como El libro de la selva, acá directamente cambiaron las canciones, pero la historia y los personajes siguen siendo lo mismo.
¿Pero, entonces, de qué trata la historia?
Tiana es una camarera, que, desde chiquita fue educada para trabajar duro y así cumplir sus sueños. En Nueva Orleáns, lugar donde se desarrolla la historia, Tiana sueña con abrir su propio restaurante. La llegada del engreído y vago príncipe Naveen mueve la ciudad. Charlotte (disculpen, pero es el personaje cómico de la película) la rubia tonta (pero buena, claro) quiere casarse con el príncipe durante el festival de Mardi Gras. Por allí también anda el Doctor Facilier, un brujo que, mediante engaños (promesas de felicidad = promesas de dólares) terminará conviertiendo al príncipe en un sapo. Sí, el dinero es más fuerte que los sueños. Tiana también terminará eventualmente como una rana, y bueno, juntos deberán abrirse camino por la geografía de Nueva Orleáns (pantanos, cementerios, festivales, etc.). Ahí viene la catarata de moralinas (trabajar duro, darle importancia a lo que uno ama y no a lo material, etc.).
Es interesante notar como estas películas animadas se amoldan (¿o las amoldan?) al tiempo histórico en el que se estrenaron. Lo más fácil resultaría decir que, con la llegada de Obama a la presidencia, ahora viene una película donde los dos protagonistas son negros (un poco invento del marketing, la mitad de la película son verdes). Y no sólo eso: La motivación del villano son las deudas, el príncipe está quebrado, y para no seguir nombrando vamos a redondear: el primer motivo de todos los personajes es el dinero. Y la sensación después de cada canción es que, si, los sueños se cumplen, pero igual hay que trabajar duro para cumplirlos. No sea cosa que los chiquitos salgan perezosos ahora que se viene la crisis.
Más allá de todo discurso político, social, o moral, de la película, y más allá de toda pobre intención de darle originalidad a la historia, hay que destacar que, aún con canciones que no son totalmente memorables, la película es entretenida. Los directores de La sirenita tiene el toque intacto, y hacen que la narración fluya constantemente. No tanto por las aventuras de los animalitos, sino más bien por los números musicales. Combinan jazz, gospel, blues y claro, ragtime, en divertidas coreografías (que van desde el maléfico mundo vudú, lleno de colores alucinantes con "Friends on the other side", hasta el dorado explosivo del bayou). El tema principal de la película es "Almost there", que también es el leit-motiv de Tiana. Pero si alguno tiene chances de trascender y tener vida más allá de la película (no es que los otros no, pero creo, tienen su gracia acompañados por las imágenes) es la canción de la bruja ciega Mama Odie (en inglés, el tema tan pegadizo es "Digg a little deeper"). Toda una rareza, que, sabiendo que las reglas para Mejor canción original para el premio Oscar, son más estrictas (deben tener un promedio de 8,5 para quedar nominadas) hayan enviado a competir a 5 temas, incluyendo "Ma belle Evangeline" que no está mal, pero no va a ser la mitad de recordado que el tema que antes nombré. De más está decir que el doblaje castellano no permite disfrutarlas en un ciento por ciento (la impresionante voz de Keith David se pierde, por ejemplo).
En épocas donde Hollywood parece empezar a apostar a lo seguro y no innovar, se exige, como siempre, tener enfrente a un entretenimiento digno. Y eso es La princesa y el sapo. Haya uno o no visto todas sus versiones anteriores.

A ver con qué trivialidad me salís...
- El título original era "The frog princess" pero lo cambiaron porque en Francia el título resultaba ofensivo. Y eso no es nada: Hubo críticas a Disney porque el príncipe Naveen no era afroamericano, sino que tenía acento francés. Y bueno, polémicas nunca le faltan al estudio de los mensajes subliminales