La princesa y el sapo

Crítica de Jorge Carnevale - Revista Noticias

Muchos piensan que los cuentos de hadas, en su traslado al cine, deben seguir respetando la animación tradicional en 2D. La unión de Pixar con Disney hizo temer que la animación computada en 3D hubiera barrido para siempre aquel delicioso trabajo artesanal. Afortunadamente, Ron Clements y John Musker desembarcaron en los tradicionales estudios para demostrar que no todo estaba perdido. Responsables de éxitos descomunales en el género, como “La Sirenita” y “Aladdin”, siete años después de “El planeta del tesoro” vuelven a la carga con un cuento clásico, adaptado con ligeras variantes. La protagonista, Tiana, es negra, hija de músicos, y la acción transcurre en Nueva Orleans en la década del `20. De modo que se escucha bastante jazz y ragtime. Disney compró los derechos de “La princesa rana”, texto de E. D. Baker que propone otra vuelta de tuerca para la historia original. Como se sabe, si la princesa se animaba a besar a un sapo, hechizado por un brujo, este se convertía en un príncipe y vivían felices. En este otro relato, al besar al batracio ella se convierte en rana. No faltan un caimán que ama el jazz y el inquietante Doctor Facilier, un villano en la línea de los clásicos de Disney. El film deja la sensación de que no todo está perdido y que aún queda mucho por hacer en el rubro de la animación tradicional. Las canciones, inevitables, están a cargo de Randy Newman y seguramente se alzarán con algún Oscar. Cuando se encienden las luces ronda la sensación de que el viejo Walt, aquel de “Blancanieves”, “Bambi” y“Dumbo”, sigue gozando de buena salud. Es para celebrarlo.