La princesa encantada

Crítica de Juan Samaja - CineFreaks

Mujeres empoderadas… ¿o no?

Liudmila es una princesa rebelde que prefiere una vida de aventuras, correrías y peligros, estilo de vida que no coincide con el proyecto de vida que pretende imponer su padre, quien está decidido a casarla con algún Caballero.

Disgustada por la imposición, Liudmila huye de palacio y recorre el pueblo, donde es atacada por dos maleantes quienes intentan robarle el collar que le ha regalado antes de morir su madre amada. Liudmila es finalmente rescatada por un joven actor llamado Ruslán, sueña con ser Caballero. Liudmila y Ruslán se enamora durante el amanecer. Sin embargo, antes de poder materializar siquiera el beso el cielo se abre en dos mitades y un gigante tornado rapta a la princesa. Al enterarse el rey de esta desgracia ofrece a quien la rescate la mano de su hija.

Ruslán deberá rescatar a la muchacha, enfrentando no sólo al malvado hechicero que la ha secuestrado, sino también a los envidiosos Caballeros que intentarán sabotear su éxito.

La película está basada en el poema ruso Ruslán y Liudmila (1820), de Aleksandr Pushkin. Si bien se trata de una adaptación relativamente libre del texto original del poeta, el relato cinematográfico conserva no obstante cierta semejanza estructural con el poema de origen: varones que pretenden a la princesa; rapto de la princesa por una fuerza mágica; ofrecimiento del Rey; Enfrentamiento con el hechicero y rescate; muerte y resurrección de Ruslán.

La narración es correcta y está estructurada en un esquema clásico, casi al límite del protocolo infantil disneyniano en relación a las películas de princesas.

El mayor defecto del film es, a mi juicio, lo relacionado al rol femenino de la princesa. Aunque desde el comienzo se nos muestra a un sujeto activo, confrontativo, rebelde, hábil, obstinado (en un grado notablemente superior a su pareja masculina), a medida que el relato se desarrolla esa agencia del personaje femenino se va diluyendo gradualmente hasta casi desaparecer. La adaptación propuesta desarrolla, de hecho, toda una faceta de la princesa, completamente ausente del poema original, lo que ha permitido darle a este personaje una primacía de cartel que el original no tiene; de allí que el título, en vez de referir a la historia amor y sus protagonistas, sólo remita a la mujer. Sin embargo, este desvío inicial, potencialmente interesante, queda sin efecto, pues aunque estaban dadas todas las condiciones narrativas para que el desarrollo y el desenlace pusieran a Liudmila en un rol narrativo más audaz y atípico (sujeto de la acción, heroína), la película vuelve a encarrilar la historia en un esquema tradicionalista donde la mujer será pasiva y habrá de esperar ser rescatada por su amado. Ni siquiera la resurrección de Ruslán (a manos del hechicero, y no del malvado Caballero como figura en el original) quedará en manos suyas, y deberá contar con un segundo varón que “tenga un poder” del que ella carece.

Pienso que, en los tiempos actuales, donde está tan discutido el lugar de los roles femeninos, tematizada la necesidad de empoderamiento de la Mujer, un relato de princesas tradicional es un objeto narrativo obsoleto (o debería serlo).

Se me dirá que se trata de representar un poema de 1820 donde tales cuestiones sobre la igualdad de la mujer y del hombre no tenían todavía existencia… es decir, podrá acusarse a este comentario de irremediable anacronismo. Todo ello es cierto, pero en función de que la película se ha propuesto como una adaptación libre (y se toma, de hecho, muchas libertades) bien podría haber diseñado otros recorridos menos arcaicos.

Se me dirá también que “así son los cuentos de princesas” “¿Qué queremos inventar?” y que quien acepte el tipo de relato, debe también admitir los contenidos involucrados. Responderé yo que eso no es cierto. Mientras yo veía esta película con mi hijo menor, pensando si a mí me gustaría que mi hija, ya un poco más grande, vea esta película… inmediatamente recordé esa rara maravilla que en 2003 nos regaló Disney. La misma casa productora de la industria de princesas produjo un film bello y anómalo: la historia de una princesa empoderada, que sin perder lo esencial de una princesa (sin perder tampoco el sentido del humor sobre ciertos estereotipos femeninos) termina rescatando a su amado.

En definitiva, La Princesa Encantada elige tomarse unas libertades narrativas que luego no es capaz de afrontar. Se ha dado, según parece, demasiada libertad.