La princesa de Montpensier

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Sin épica, sin emoción

Con motivo de su presentación en Cannes, el cineasta francés Bertrand Tavernier apostó por el género de capa y espada con su film La princesa de Montpensier, basado en la novela La Princesa de Cléves (1678), de Madame de Lafayette (1662) pero readaptando la historia de amor al contexto de la guerra de religión entre católicos y hugonotes.

El resultado final deja bastante que desear teniendo en cuenta anteriores trabajos del director de La carnada al tratarse de una historia de romance, despecho y celos en el marco de un triángulo amoroso, sin poder sortear los convencionalismos habituales de este tipo de propuestas, cuyos atractivos recaen por lo general en la reconstrucción de época, la épica y las intrigas palaciegas.

El aspecto más destacable en la película lo constituye el elenco que reúne a las figuras más relevantes del cine francés del momento, mezclando actores experimentados con las jóvenes promesas como Mélanie Thierry en el papel de la princesa homónima, junto a Lambert Wilson como el Conde de Chabannes, secundado Gaspard Ulliel en la piel del Duque de Guise, Raphaël Personnaz interpretando al Duque d''Anjou y Grégoire Leprince-Ringuet como el príncipe de Montpensier.

La acción transcurre en Francia, más precisamente en el año 1562, con los estragos de la guerra religiosa durante el reinado de Carlos IX. El conde de Chabannes atraviesa un conflicto de fe y se convierte en desertor al abandonar el campo de batalla luego de haber ajusticiado a una campesina embarazada, que poco podía tener que ver con los protestantes y mucho menos con los pormenores del conflicto entre los bandos.

Por otra parte, Marie de Mèzières es una dama de la nobleza y heredera de una de las fortunas más grandes del reino, cuyo amor por el duque de Guise va en contra de los intereses de su padre, quien planea casarla con el príncipe de Montpensier para que adquiera el estatus de princesa. Sin embargo, su futuro esposo es convocado por el rey para liderar el frente de batalla contra los protestantes, motivo por el cual obliga a la princesa a instalarse en la Campiña, aislada de las tentaciones; del acecho del Duque y al cuidado del Conde, quien le enseñará poesía, entre otras artes. Pero los avatares de la guerra acomodan las cosas para que surja un nuevo enfrentamiento entre el Duque y el Príncipe, quienes se disputarán el amor de la joven hasta el último instante bajo la protección del fiel ladero Chabannes que también siente un atractivo particular por la bella Marie.

Si bien se trataba de una de las películas más esperadas y candidata a llevarse la Palma de oro, La princesa de Montpensier nunca despega ni toma vuelo a pesar de las grandes actuaciones, la riqueza de sus diálogos filosos y la prolija dirección -aunque a veces peque de academicismo- de Bertrand Tavernier. Ese estancamiento probablemente se deba a la pobre y lineal historia que se tenía entre manos o sencillamente a recaer en lo anecdótico con un intento de insufrarle épica y emoción que en este caso se queda a medio camino.