La princesa de Francia

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Pero ese regreso no sólo será motivo de “trabajo” porque justamente en ese volver habrá algunos reproches y también algunos histeriqueos entre los protagonistas que resucitarán algunos temores y miedos en unos, pero también una pasión irrefrenable ene otros.
Un libro, una postal, un museo en el que el jugar a la escondida del “tercero” en cuestión, habilita algún roce basado en mentiras, que van conformando el microuniverso de “La princesa de Francia” y sin dar respiro al espectador.
En la escena inicial, en la que música clásica acompaña a un grupo de jóvenes jugando al fútbol, Piñeiro establece el campo de acción. ¿A quién corren? ¿Por qué lo corren? ¿A dónde van?
Los jóvenes deambulan por la noche y por los lugares en los que tienen sus rutinas expectantes por el devenir de sus pares. Dialogan, muy verborrágicamente, porque si hay algo que les gusta hacer justamente es eso, hablar, rápido y mucho.
Este punto es uno de los claros rasgos identificatorios de la obra del director, sean diálogos originales o la lectura y preparación de alguna escena clásica del teatro de Shakespeare, la palabra como generadora de sentido y margen de la puesta en escena.
Y mientras hablan, la cámara se reposa en detalles, en cuerpos, en rostros, en objetos sin siquiera pensar en cuáles, como cuando dos mujeres dialogan mientras una intenta recuperar el estado de un viejo sueter con una máquina de afeitar. Tan solo en ese gesto que recupera impone su estilo.
Piñeiro cuenta anécdotas, e hilvana situaciones para conformar sus historias, y para esto convoca a un elenco de actores, muchos de ellos desconocidos para la mayoría del público general, pero que en el ambiente son sumamente conocidos y agregan un gran interés para aquellos que vienen siguiendo la filmografía del director.
En esta oportunidad el trabajo de Julián Larquier Tellarini es de un nivel notable que termina opacando al resto del grupo, casi la situación similar que en su anterior filme sucedía con María Villar, pero que sin el apoyo del resto, y la notable dirección de Piñeiro, quizás no lo podrían conseguir por sí solos.
“La princesa de Francia” no es la mejor película del director, pero logra con dinamismo y lo concreto de su historia (breve, por cierto) generar empatía, una vez más, con un grupo que busca algo y que seguramente nunca llegarán a encontrarlo.