La prima cosa bella

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Pobre mi madre querida

La primera secuencia del film es un ejemplo de lo que en el cine es posible representar desde todo punto de vista. Ese fragmento que nos introduce en la historia se instala, en sí mismo, como una pequeña obra maestra.

Empezando por la construcción, el relato narra una fiesta popular de verano en el balneario de la ciudad de Livorno. Allí se elige, como todos los años, a la reina, pero en esta ocasión los organizadores han decidido, además, consagrar a la madre más bella del balneario. Entre todas las presentes la cámara va buscando a las candidatas para hacerlas subir al escenario, entre ellas se encuentra la bellísima Anna Niggiotti (Micaela Ramazzotti), esposa de Bruno, un carabinieri tosco, rudo e insensible, y madre de Valeria y Bruno. El marido insita a que la lleven al escenario, ella no lo desea, pero accede. Cuando es elegida por el presidente del jurado, un cantante popular y conocido por sus conquistas femeninas, se desata la tormenta.

El marido furioso ante los embates del cantante; Anna que no sabe que hacer, se queda estática, sólo alcanza a esboza una incipiente sonrisa, pero más que una sonrisa es una mueca; la hija que festeja el triunfo de su madre; el hijo que no sabe si ser feliz por el éxito o ser como un espejo del padre, enjuiciarla y desaprobarla. Ella vuelve a su lugar entre la gente como una derrotada, con la mueca que continúa en su rostro. Su hijo la mira; su hija la abraza; el marido la regaña; a ella le cae una lágrima solitaria por la mejilla. Fundido a negro, y comienza la historia.

La forma estructural de esta secuencia es clásica, progresiva, pero la dirección en general, y la de actores en particular, sobre la base de un elenco de primera línea, la determinación de encuadres, la selección de los planos, los ángulos de toma, y el ritmo marcado por la compaginación, resumen una clase magistral de séptimo arte.

Estamos en la actualidad y nos enfrentamos a Bruno, ya adulto, profesor de literatura y escritor frustrado, taciturno, amargo. Vive con una novia, a la que califica como coinquilina. Nada puede hacer que tenga algún acceso al placer de vivir. Su existencia es casi tortuosa.

Su hermana lo viene a buscar, le informa que la madre esta muy enferma y quiere verlo.

La narración esta desarrollada en dos tiempos, el actual y el pasado, ese pasado que se resignifica a cada instante, que será el vehiculo de reparación de la relación de Bruno con su madre ya vieja, interpretada por la admirable Stefania Sandrelli, y con su hermana menor Valeria (Claudia Pandolfi), quien ha podido construir su propia familia.

En ese ir y venir a través de la progresión dramática actual en la relación de esa madre, toda vitalidad, que se hace querer por todos, y el automatismo desafectivo de su hijo, se apuntalan los conflictos. Utilizando flashbacks que nos van dando una pintura de los personajes, de las épocas por al que transcurre la historia, pero constituyendo una película melodramática, género presente en la tradición del cine italiano, se instala como una narración en el cual el beneficio primero se basa en lo imprevisible por ver, y en aquello que va a suceder en la inventiva de la trama, pues los acontecimientos de la forma y la delicadeza en que son contados no han sucedido antes de la narración, suceden durante la misma, porque el mecanismo de la fabula se ciñe a las reglas aristotélicas de la poética, y logran hacer coparticipes de las vicisitudes a los espectadores para lograr que estos se identifiquen con el desarrollo y sus personajes.

Si bien el personaje principal, ese a partir del cual se constituye el conflicto, es Bruno, el que lleva adelante las acciones es Anna en sus dos versiones, la de 1971 y la de 2009, siendo a la postre el personaje principal de la narración..

Un gran guión sustentándose en los sentimientos, pero que nunca cae en la sensiblería barata y fácil; una muy buena dirección de arte y vestuario, en que los objetos representan sus épocas, sin falsificar ni adulterar, que no aparecen como de forma intencional sino de mera presencia casual; una muy buena fotografía, que aporta el matiz adecuado no solo en relación al momento vivido por los personajes, sino también da cuenta del espacio y tiempo en que transcurre la historia. Todo esto sostenido por un sólido plantel de intérpretes, y la mano de un realizador que supo proceder con firmeza y claridad en las decisiones a fin concretar la tarea de los equipos que había seleccionado para ejecutar el proyecto fílmico.

(*) Producción argentina de 1948, realizada por Homero Manzi y Ralph Pappier.