La plegaria del vidente

Crítica de Miguel Frías - Clarín

La ciudad infeliz

Policial sobre crímenes ocurridos en Mar del Plata.

Estos asesinatos tuvieron su fama. Ocurrieron en Mar del Plata, con prostitutas como víctimas. Los medios hablaron de El loco de la ruta , pero muchos sospecharon que la policía estaba involucrada. Carlos Balmaceda escribió una ficción, La plegaria del vidente . Gonzalo Calzada la llevó al cine. El resultado es un filme estilizado, ambientado en una Mar del Plata ominosa y opresiva, con buenas actuaciones -sobre todo, de Gustavo Garzón- y mayor eficacia a la hora de generar suspenso que al resolver enigmas.

Los puntos de vista sobre estos crímenes en serie son múltiples: el de El Vasco (Garzón), un detective resentido, decadente y obsesionado; el de Mauro (Juan Minujín), un vidente que creer intuir los asesinatos; el de Natalia (Valentina Bassi), una forense que cada vez se involucra más en el caso; y el de Riveros (Vando Villamil), un periodista de policiales -demasiado arquetípico, aunque, claro, hablamos de cine de género-, el que toma el relato general de la historia.

Bajo una impronta general de filme negro, Calzada le da a la película un ritmo frenético -en el que abundan las vueltas de tuerca, lo que no siempre es bueno-, a través de un montaje muy fragmentado y tomas con excesivo movimiento de cámara. Las atmósferas son logradas. También las actuaciones, tanto progatónicas como secuandarias, entre las que aparecen Mimí Ardú como fiscal y Rodolfo Ranni -¿un guiño, mezcla de cariño y humor, a los policiales de los años ‘80?- como jefe de la Bonaerense.

El filme no sólo ofrece diversos puntos de vista: lo mismo hace con las líneas de su trama, que combina corrupción política/policial, con rencores personales y elementos fantásticos; tal vez, los que se resuelven de un modo menos convincente. Pero, más allá de sus altibajos, La plegaria...

responde al reclamo de más cine nacional de género. Y lo hace con nobleza, convirtiendo a una ciudad emblema del descanso de los argentinos, en un sitio tan marginal y oscuro que podríamos hablar de la otra Mar del Plata, así como podríamos hablar de las otras Argentinas.