La Pivellina

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Historia mínima

Tras un inicio exitoso en Cannes 2009, que se repitió en cuanto festival la exhibió, La pivellina es una de las pocas películas italianas que ha capturado tanto a la crítica como al público. ¿Cuál es su secreto? ¿Una película sin mafias?

Escrita por Tizza Covi y codirigida por ella y Rainer Frimmel, La pivellina sostiene su relato mínimo a través de un retrato amoroso acerca de todos los personajes implicados en “resolver” el destino de una niña de 2 años. Desde el plano inicial en el que una mujer con el pelo teñido de bordó busca a su perro por las inmediaciones de una plaza, y en vez de encontrar a la mascota halla a una niña abandonada, no solamente se confirma una estética de documental a una ficción sino también una impronta humanista asignada a una visión.

El mundo de Patty no es el típico escenario del primer mundo. O quizá sí. Vive con su marido en un parking de caravanas, en uno de los tantos suburbios cercanos a Roma. Los dos trabajan como animadores circenses. Es una vida casi marginal, aunque la violencia parece erradicada.
Si la madre vendrá por su hija o no, si la policía descubrirá la “adopción” irregular, son elementos que aquí tienen poca importancia. No es allí donde La pivellina resplandece y obtiene su fuerza. Es que el pequeño milagro de este filme tan pequeño como su protagonista pasa por mostrar una modalidad vincular en la que el cuidado por el otro no connota ninguna operación mercantil, ni ninguna evaluación y cálculo egoísta. La cámara encuentra un estilo de vida en el que la solidaridad no es un valor sino una práctica. Además, lateralmente, Covi y Frimmel develan un tipo de masculinidad alejada del machismo patotero. Sus personajes varones son capaces de ternura; en ese sentido, el amor que emana de Tairo, el adolescente del filme, es sencillamente una revelación. Su personaje justifica la película.