La piel que habito

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

No es el mejor film de Almodóvar, pero atrapa

Menos artificiosa que la anterior, pero más disparatada si se la mira desde un punto de vista lógico, la nueva película de Almodóvar es una mezcla de misterio, perversión, suspenso, venganza, abuso de la ciencia, cambio de sexo, amores tortuosos, y dos exabruptos humorísticos, todo expuesto con gran calidad formal y elegancia casi constante, salvo unos pocos momentos fáciles de soportar o perdonar.

Con todo eso, digamos, entretiene bastante. Sin mostrar nada espantoso, produce cierto miedo. Sin profundizar en nada, pone sobre el tapete algunos temas actuales como la bioética y la transgénesis, y otros temas eternos, como la afirmación de cada persona por sobre las prisiones o seducciones que otros impongan. Y sin copiar nada, nos acerca a la sensación de inquietud casi onírica que en su momento provocó «Los ojos sin rostro», de Georges Franju. Este film, y algo de «Vértigo», son los principales referentes que ha tomado Almodóvar para su nueva obra, junto a la novela corta «Mygale», de Thierry Jonquet, editada en español como «Tarántula», sobre un cirujano plástico obsesionado por su relación con una mujer y la locura de su hija, hasta que dos delincuentes se cruzan en su camino.

Almodóvar suaviza aspectos de la novela, agrega obsesiones propias, y vuela hacia otro asunto, donde el médico es un Pigmalión medio diabólico y degenerado que se inventa su Galatea (y ya sabemos qué pasa entre Pigmalión y Galatea), en supuesto beneficio de la humanidad y homenaje a la memoria de su difunta esposa que se murió escapando con otro tipo (ambos hombres, lados de una misma medalla).

Antonio Banderas hace bien un personaje inhabitual en su repertorio. Lo acompaña y enfrenta Elena Anaya, prisionera con capacidad de adaptación y manejo, pero no de olvido y desamor. Al final veremos cuál es su amor más fuerte. Se lucen también tres viejos compañeros de Almodóvar: José Luis Alcaine, con una fotografía tipo Estudios Hammer, el editor José Salcedo, y, en primer término, el compositor Alberto Iglesias, cuya música es casi otro protagonista. En cambio Marisa Paredes, en el papel de madre cómplice, está un poco ridícula. Bueno, las madres de las películas de Almodóvar casi siempre lucieron medio ridículas.