La pequeña Jerusalén

Crítica de Fernando López - La Nación

Hermanas entre el deseo y la culpa

La pequeña Jerusalén muestra los conflictos culturales de dos jóvenes en un suburbio de París

En Sarcelles, un suburbio de París poblado por una nutrida comunidad judía -de ahí que se lo conozca como informa el título del film-, transcurre esta historia intimista que Karin Albou dirigió tres años antes de la recientemente estrenada La canción de las novias . También aquí se manifiestan los ecos del pleito con el mundo árabe, si bien en este caso los temas que ocupan a la cineasta francesa tienen que ver primordialmente con la sexualidad femenina, la fe, los rígidos preceptos que impone una educación ortodoxa y los conflictos que ésta genera en dos hermanas de origen tunecino que deben confrontar su cultura de origen con la realidad en la que viven. Una, Mathilde, es escrupulosamente respetuosa de las reglas que le han transmitido, al punto de que las inhibiciones que padece hacen trastabillar su matrimonio; la otra, Laura, estudiosa de la filosofía de Kant, se aferra a la razón para no ceder a los impulsos de su corazón aunque busca con empeño mantenerse fiel al deber religioso; el amor es para ella una ilusión engañosa. El film narra el proceso que las dos vivirán, por distintos caminos y tras superar distintos escollos, para liberarse del tironeo entre la pasión y la culpa y encontrar alguna forma de libertad interior.

Albou -conocedora del medio que pinta- expone con afán casi documentalista (y a veces en dosis algo excesivas) la vida de esta familia judía venida del Magreb: los rituales, las ceremonias religiosas, las creencias y las prácticas cotidianas. Integran el grupo, además de las hermanas, el muy ortodoxo marido de Mathilde, que en muchos casos ocupa el rol del jefe de familia; los cuatro hijos del matrimonio, y la matrona de la casa, una viuda que sólo piensa en el bienestar de sus hijas y es muy dada a talismanes, amuletos, trabajos y otras supersticiones traídas de su tierra natal. Tres hechos aceleran el proceso dramático: una infidelidad inesperada; los ataques contra la comunidad judía y la atracción que un compañero árabe despierta en Laura.

El film, que al principio pone en palabras lo que debería entenderse por las acciones, va de menor a mayor. La cámara es sensitiva; la aproximación, discreta y afectuosa. Lo mejor está en un par de escenas de intimidad femenina (la charla de madre e hija, en especial) y en los estupendos trabajos de Fanny Valette (Laura) y Elsa Zylberstein (Mathilde).