La peor de mis bodas 2

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

¡QUE NO VIVAN LOS NOVIOS!

El cine de la región encuentra en dos géneros muy puntuales su garantía de éxito: el policial y la comedia. El primero tiene reglas propias que, aun cuando el contenido no sea suficientemente atractivo, si se articulan de manera adecuada, los resultados pueden ser aceptables. El segundo es más complejo, porque además de cumplir con ciertos códigos (el quiebre de lo real por la vía de la exageración, principalmente) requiere además que el contenido sea atractivo: sin personajes interesantes, sin chistes ejecutados con efectividad, sin un tono que imbrique fondo y forma, sin la debida actualización de ciertos registros de representación se puede caer en el lado de la vergüenza ajena. La peor de mis bodas 2, film peruano de Adolfo Aguilar, es precisamente un ejemplo de lo difícil que es hacer reír para muchas producciones mainstream de Sudamérica por más que se copien fórmulas reconocibles.

La película trabaja sobre los enredos y las confusiones, y juega a estirarlos hasta el límite del verosímil, aunque sin demasiada fortuna. Una pareja concebida en la primera entrega de esta exitosa franquicia recibe un sacudón: han sido estafados y deben pedir asistencia económica a la madre del muchacho, una jueza de clase muy alta y bastante repelente, que desconoce la situación sentimental de su hijo. Por eso tendrán que inventarle una boda, para ganarse el corazón de la mujer y ablandarla para que ponga unos dineros que salven a la pareja. Digamos que como premisa no está mal y es la base para un universo que podría estallar en el disparate absoluto. Sin embargo ni Aguilar ni un elenco que supone que la comedia es la gesticulación desbordada logran hacer una comedia mínimamente decente. Una puesta en escena inexistente, estereotipos antiquísimos jugados sin gracia (el amigo gay por encima de todo), escenas que se estiran sin encontrar el chiste y una serie de enredos que se sostienen por la sola conveniencia del guion. Y ese es el mayor problema: uno entiende la suspensión del verosímil en los enredos, pero por momentos se hace imposible creer que esa mentira se sostenga durante 100 minutos. Claramente hay algo en la ejecución que no funciona. O directamente es la falta de ejecución y la subestimación del público.

Una cosa hay que reconocerle a La peor de mis bodas 2: a pesar de sus 100 minutos se pasa rápido, seguramente por una constante especulación sobre un desastre que recién llega sobre el final, cuando ya es los suficientemente tarde.