La pelea de mi vida

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

No hay mucho para decir de esta producción nacional, pero muy lejos del espíritu del cine argentino.

Encuadrado dentro de los productos que se realizan con el único fin de la recaudación, tal cual aparece el mandato dirigido desde la industria del cine en el gran país del norte, o sea Hollywood, este se podría definir como de lo peor que se haya hecho por estos lares.

En evidente intención de copiar a aquellos de los que, si bien son un desperdicio de celuloide, algunos logran bien sus objetivos. Ello esta sustentado pues cuentan, allá en el norte, con una cantidad de profesionales técnicos que se dedican exclusivamente a ello.

En nuestro autóctono caso es demasiado evidente la influencia de la televisión, desde la estética elegida para contar, del diseño de sonido que satura a estudio de grabación, los diálogos, como la música dentro de la banda de sonido, como la utilización de la luz sólo puesta en función de que se vea lo que hay que ver, el uso del color en tonos brillantes para darle algún brillo a un producto que no lo tiene, olvidándose de darles verosimilitud, construcción y desarrollo no sólo a los personajes sino a la historia en general.

Bien podría definirse este producto como un fallido piloto para la televisión vernácula, de una telenovela melodramática mal pensada y peor realizada.

Mezcla sin sentido de filmes como “El campeón” (1979) del italiano Franco Zefirelli, protagonizada por Jon Voigth y Faye Dunaway, o la más conocida “Rocky” con Silvester Stallone, la primera, de 1976, y con salpicaduras de “El estigma del arroyo” (1956), pero tomando de cada una de ellas lo menos fructífero, y por si esto fuera poco hasta “parafraseando” a “Legionario” (1998).

La historia se centra en la rivalidad de dos boxeadores, tanto en lo pugilístico como por motivaciones vivencias cotidianas. Ferraro (Mariano Martínez) es un exiliado voluntario que vuelve al país luego de 10 años, huyendo de mafiosos colombianos por problemas de polleras y enfrentamientos con la mafia del boxeo de ese país, tal cual Jean Claude Van Dame en “Legionario”, pero aquí no hay una dama en juego, sino que un niño en medio de un padre que lo crío, y Bruno (Federico Amador), actual campeón mundial de la categoría, padre biológico del chico que ni siquiera sabe que es padre, pues la mujer que parió al nene murió, ésta, a la vez, fue el amor de la vida del boxeador.

Nada de todo esto esta justificado. Los personajes principales son dos boxeadores que fueron diseñados por personas que parecen que nunca escucharon ni vieron a uno como para delinearlo correctamente. Algunos personajes laterales a la historia están bien construidos, hasta bien actuados, como el entrenador interpretado por Emilio Disi, quien hace más de lo que puede para sostenerlo.

La otra vedette del producto es la tecnología actual, el 3D, sólo empleado correctamente en una par de escenas, pero sin un sentido narrativo que lo justifique.

La historia bien desarrollada, podría haber sido hasta interesante. Los responsables principales, Jorge Maestro en el guión y Jorge Nizco en la dirección, que anteriormente habían dado muestras de gran pericia, podrían haber terminado en un honroso empate, pero el filme pierde por nocaut.