La Patota

Crítica de Martín Escribano - ArteZeta

PORQUE QUIERO

¿Qué emoción estaba al mando cuando Paulina dijo “ya estoy acá y quiero seguir”? El modelo mental de Inside Out hace agua a la hora de explicar la elección de la protagonista de La patota. El segundo film en solitario de Santiago Mitre puede pensarse como un paréntesis entre dos diálogos en los que Dolores Fonzi y Oscar Martínez se potencian para entregar quizás las mejores interpretaciones de sus respectivas carreras.

Ganadora del Gran Premio de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes y del galardón de la FIPRESCI, La patota cuenta la historia de Paulina, una abogada que decide abandonar su carrera judicial para ser maestra rural en el interior de Misiones. Su tarea: dictar talleres de formación política en una escuela de pocos recursos. Al igual que con El estudiante, Mitre no solo no oculta el carácter político de su obra sino que lo explicita durante el primer intercambio de ideas entre Paulina y su padre. El espectador es llamado a implicarse desde el arranque.

Tanto en el aspecto formal como en su contenido, el cine de Mitre remite al de los hermanos Dardenne (especialmente a esa obra magnífica que es El hijo) y, al igual que ellos, incomoda por medio de la inteligencia y no desde la provocación. Retrata con eficacia no solo un cuerpo sino los cuerpos, no solo una patota sino las patotas, no solo una violencia sino las violencias que atraviesan la institución jurídica, educativa, policial y familiar.

En un sentido opuesto a Inside Out, Mitre no cierra sino que abre el juego. Los lugares de la víctima y el victimario (¡al fin!) se problematizan. Las certezas se tambalean porque no hay un cosmos ideal al que regresar. Volver atrás es un imposible.

Lo único que queda claro es que Paulina, como Perséfone, es captada por el inframundo para volverse Reina de su propio deseo, para decir que sí y subvertir el orden establecido, cueste lo que cueste, caiga quien caiga.//?z