La Patota

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Riguroso alegato político

Para Santiago Mitre, el desafío que representaba la remake de La patota, película de Daniel Tinayre estrenada a inicios de los 60, no era menor. Pasar de la independencia absoluta de su película anterior -El estudiante, una experiencia exitosa en términos cinematográficos y comerciales- a una megaproducción empujada por un poderoso canal de televisión abierta parecía una jugada riesgosa. Pero Mitre la enfrentó con convicción e ideas. Escribió un guión sólido y elocuente con Mariano Llinás, apostó por la fluidez narrativa y la claridad argumental sin subestimar al espectador, incluso asumiendo la decisión de incomodarlo con un tema espinoso -una profesional de clase acomodada que toma una determinación inesperada luego de sufrir una violación- y trocando la problemática religiosa que tiñe la historia original por el contenido político, un giro que redundó en mayor vigor, espesor y actualidad.

El trabajo en la dirección de actores de Mitre en la película es ejemplar: es muy notorio en las dos potentes discusiones ideológicas transformadas en extraordinarios duelos actorales entre Dolores Fonzi y Oscar Martínez, que puntúan el relato en el inicio (un virtuoso plano secuencia de ocho minutos) y cerca del epílogo. También en la fortaleza de los secundarios (Esteban Lamothe, Verónica Llinás y especialmente Laura López Moyano, quien logra delinear en breves intervenciones un personaje de conmovedora humanidad).

La patota es una película oscura, amarga, que pendula entre la violencia latente y la explícita. Igual que El estudiante, revela el cariz político que Mitre desea imprimirle a su cine (su próximo proyecto es una historia que se desarrolla en una cumbre presidencial en Chile) y encuentra en Dolores Fonzi a su motor más evidente. Concentrada de principio a fin, rigurosa en cada gesto, Fonzi dota a su Paulina de elocuencia y misterio, de acuerdo a la exigencia de cada escena, y la carga de tozudez y verdad. Como señala con inteligencia y sagacidad el poeta y periodista Martín Rodríguez en una muy buena nota publicada por la revista online Panamá, su personaje saca el cuerpo del territorio de libertad que su clase y posición le garantizan y lo recoloca en lo social, decide replicar el derrotero de miles de mujeres para las que el aborto es una alternativa vedada. Esa determinación, que luce exótica y fuera de cauce en relación con las expectativas que la rodean, es puramente política. Y también invita a acompañarla en ese agudo plano final que la exhibe solitaria, caminando con valentía y entereza hacia su propio destino sin que nadie ni nada pueda detenerla.