La parte de los ángeles

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Una fábula moral y social

Ken Loach es una marca registrada en el cine universal. El director británico es dueño de un estilo propio inconfundible, caracterizado principalmente por tratar en sus películas las luchas sociales, conflictos de clase y situaciones que tienen que ver con una mirada crítica del mundo industrializado moderno.

“La parte de los ángeles” no es una excepción en su filmografía (“Tierra y libertad”, “Pan y rosas”, “Felices dieciséis”, “Riff Raff”), aunque en esta oportunidad prefiere eludir el crudo drama desolador y presenta una versión de lo mismo, pero en tono de comedia.

Los protagonistas de esta historia, que transcurre en Glasgow (Escocia), son un grupo de jóvenes marginales, vagos, delincuentes de poca monta, buscavidas, que atrapados por la policía en algún incidente callejero, son condenados a realizar trabajos sociales para su rehabilitación.

Uno de ellos, Robbie, es un ex presidiario que intenta dejar atrás su pasado violento, pero por sus antecedentes, no consigue trabajo. Está de novio con una chica socialmente mejor posicionada porque es integrante de una familia que regentea locales nocturnos. La muchacha está embarazada, a punto de dar a luz, cuando Robbie se mete otra vez en problemas.

Los otros integrantes del grupo son Albert, un “colgado”, como dirían aquí; Rhino, un bueno para nada; y Mo, una jovencita cleptómana y sin hogar. Todos ellos son regenteados por Harry, un educador social que tiene a su cargo dirigir los trabajos que deben realizar los chicos, en su programa de rehabilitación, como pintar paredes, limpiar calles o cementerios, y ese tipo de cosas.

Entre tanto, la novia de Robbie, Leonie, da a luz un varón, pero su familia quiere mantener al muchacho lejos de la madre y del niño. Robbie no se resigna y tiene otro tipo de aspiraciones.

En una ocasión, Harry lo invita a una degustación de whisky, y él va con sus amigos. En ese mundo tan particular de expertos y especuladores, aparece la oportunidad que el joven está buscando.

A partir de esa experiencia y algunos contactos, los discípulos de Harry se proponen encarar una aventura que les puede dejar algunos pesos, aunque para ello tienen que trasladarse hasta Londres. El relato toma ahora un tinte picaresco y muestra las andanzas de estos improvisados degustadores, que un poco por audacia y otro poco por suerte, consiguen salir bastante airosos en su empeño.

Pero lo más importante es que Robbie logra dar forma a su proyecto: tener un trabajo estable y reunirse con Leonie y el bebé.

Lo que hace entrañable a esta película es la manera simpática con que Loach muestra a estos antihéroes, un poco ingenuos, pero con códigos, para lo cual trabaja con actores no profesionales, apoyados por un par de actores profesionales veteranos, consiguiendo un relato fresco, una pintura de un retazo de la realidad, que no obstante no agobia al espectador con el drama social, al ofrecer una salida a los personajes.

“La parte de los ángeles” refiere a cierto porcentaje de whisky que se evapora de todas las barricas y simbólicamente alude a los personajes de la película, que están ahí, en los límites, tratando de reinsertarse en un mundo que los rechaza.