La parte de los ángeles

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

Ex convicto, padre y sommelier

A los setenta y siete años el británico Ken Loach, da un nuevo y saludable giro a su carrera con esta "comedia social", como él mismo la define.

Fiel a retratar las miserias y la discriminación que viven muchos de sus compatriotas, a través de filmes de un realismo profundo, como "Tierra y libertad", o "Pan y rosas", con "La parte de los ángeles", aporta un cambio y una sonrisa al espectador. Lo logra a través de una historia, en la que un joven que estuvo preso, al salir intenta readaptarse, a pesar de que tiene que pagar un precio por haber nacido en los barrios bajos de Glasgow.

Robbie (Paul Brannigan), sale en libertad luego de estar en la cárcel por haber golpeado y dejado inconsciente a un chico en la calle.

LABOR COMUNITARIA
Ya en libertad el muchacho es obligado a hacer trabajos comunitarios, mientras es apañado por Harry (John Henshaw), un agente federal que lo ayuda a readaptarse, pero los hermanos de su novia terminan agrediéndolo en plena calle.

Ocurre que Robbie y Leonie (Siobhan Reilly) están a punto de ser padres y la familia de ella no quiere saber nada con el ex preso. Pero como ocurre siempre el amor todo lo puede y el bebé le cambia la perspectiva de vida al flamante padre.

En su proceso de readaptación social, Robbie y otros jóvenes ex presos son llevados a conocer una bodega, en la que se les enseña cómo se elabora el vino y cuál es el procedimiento para saber si su calidad es óptima para la venta.

Lo que viene más tarde es que tanto Harry, el agente federal, al que le gusta el whisky, y los otros ex delincuentes, descubren que el joven padre tiene un paladar especial y es un muy buen catador de vinos.

CARRERA INESPERADA
A partir de ese momento Robbie comienza una carrera de sommelier, que le abre un futuro nuevo a él, su mujer y su retoño. La pareja y el bebé se mudan a Londres y el joven no sólo logra readaptarse, también asciende socialmente.

El título de "La parte de los ángeles", encierra un secreto, según lo explica una especialista se llama así a esa parte de vino que se evapora cuando apenas se abren los barriles.

Frente a esta historia, el espectador puede descubrir un filme que puede parecer un cuento de hadas, pero no lo es tanto, porque Ken Loach se preocupó por contar la historia mediante una narración tan verosímil, como contundente.

Conmovedora y poética, es una película muy atractiva en la manera en que el veterano realizador le da un nuevo giro a la casi siempre problemática juventud británica. Para concretarlo contó con dos magníficos actores: Paul Brannigan (Robbie) y Siobhan Reilly (Leonie), quienes aprenden a calibrar el futuro a través de su pequeño hijo.