La omisión

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

Paula y los otros. Paulas ha habido varias en el cine nacional, aunque ésta parece cercana a Paulina, la protagonista de La patota (2015, Santiago Mitre), ya que tiene una edad similar, la misma vacilante rebeldía y cierta despreocupación por confortar a quienes la rodean.
En este primer largometraje de Sebastián Schjaer –como de alguna manera lo indican su poster y su nada demagógico título– Paula es una joven porteña que, por algún motivo incierto, prefiere no exteriorizar sus sentimientos más profundos. Interpretada por Sofía Brito (Los salvajes, Eva no duerme), la chica va y viene por una Ushuaia atravesada de nieve y de vehículos que circulan apurados, preocupada por reunir dinero suficiente para irse con su novio y su pequeña hija a Canadá. Para ello trabaja (sin demasiada convicción) limpiando cuartos en un hotel y como guía turística.
La búsqueda y necesidad de dinero es uno de los asuntos que baraja La omisión y, si bien no hay situaciones de pobreza o mendicidad (apenas en una escena asoma algo parecido a la prostitución), la experiencia de tener que lidiar con empleadores engañosos o de regatear el pago de un alquiler transmiten esa sensación de angustia por razones laborales o económicas que muchos argentinos conocen muy bien, aunque al cine argentino de ficción actual le interese poco.
Con la cámara siguiendo a los personajes de cerca, casi siempre desde atrás, Schjaer apuesta a un estado de inquietud casi permanente. Los actores se expresan con pocas palabras y gestos registrados generalmente de soslayo (casi no hay primeros planos) y, a diferencia de lo que ocurre en el cine y la televisión que estamos acostumbrados a ver, se los muestra informales, despeinados, cansados. Los datos para conocer a Paula no son más que los necesarios y van apareciendo distraídamente, en tanto del resto generan más interés el fotógrafo enamorado (Lisandro Rodríguez) y la nena (encantadora Malena Hernández Díaz) que el novio (Pablo Sigal, bastante rígido al hablar con ella en su primer encuentro) y los demás.
La brusca vitalidad (y cierta insensibilidad) de Paula se trasladan al film mismo, que no abusa de su buena música incidental y sabe hacer valer dramáticamente el plano del recodo en el camino al que la acción vuelve, una y otra vez. Más discutibles resultan algunas situaciones que se precipitan sobre el final. En algunos rasgos se evidencia la admiración de Schjaer por cierto cine rumano y el de los hermanos Dardenne, aunque lo suyo no llega a dejar huellas tan intensas.
Finalmente, más allá de que Paula no parece muy dispuesta a compartir los motivos de su crisis, hay algo en su manera de vivir la maternidad, en su relación con los hombres, en su independencia y su desdén por cumplir con lo que se espera de ella, que la convierten en un ejemplo posible de los cambios de paradigma que vienen afrontando las mujeres en estos últimos tiempos.

Por Fernando G. Varea