La omisión

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

REMOVER LAS CAPAS

_ ¿Tenés una moneda? – pregunta Malena.
_ No – responde Paula.
_ Entonces tenemos que pedir un deseo sin moneda – remata la pequeña.

De inmediato, una sonrisa se dibuja en el rostro de cada espectador y el lazo cómplice entre éstos y la niña llega a su máxima expresión. Es que el tono espontáneo, sincero y hasta abierto de Malena no sólo coquetea con la sala oscura y las demandas de la audiencia, sino también, diegéticamente, con Paula, quien se muestra reservada y silenciosa en una Ushuaia invernal que no termina de pertenecerle en los tres meses transcurridos desde su llegada. Si bien consiguió trabajo como mucama de hotel y guía turística para ahorrar y cumplir una promesa, la joven no disimula que viene de Buenos Aires, tampoco intenta mimetizarse con los pobladores y queda en medio de una ciudad compuesta por nativos y extranjeros.

Ese transitar –en la primera escena de La omisión se la ve de espaldas al costado de la ruta con una cámara que acompaña tanto la hostilidad climática como la propia agitación respiratiora causada por la caminata bajo el frío– se presenta como una constante de la protagonista ya sea en la búsqueda de un lugar para dormir (no se habla de hogar), de los desencuentros para que le paguen lo adeudado, de las repentinas formas de conseguir más dinero, de los escasos momentos en que parece libre y de las dudas que invaden sus pensamientos.

En consecuencia, descubrirla no resulta tarea sencilla. Sebastián Schjaer trabaja en su ópera prima con sutileza y pausa en diálogos justos que van desmadejando de a poco el interior de esta mujer. Incluso no se revela el cuerpo ya que durante todo el filme está cubierta con capas de ropa: sweaters, la campera abultada, guantes, bufanda y gorro y sólo se perciben parte de las piernas durante el acto sexual.

Por el contrario, el director parece plantear un único momento de plenitud: la cámara muestra la pared con sombras proyectadas, voces que imitan ruidos de animales en off y juego de luces. Allí, se la escucha viva a Paula disfrutando de un momento singular y privado que se desarrolla fuera de campo, lejano de la mirada de los espectadores y del resto del mundo pero grabado en la memoria de la joven y Malena.

Las ventanas empañadas de la combi, la dificultad para caminar en la nieve, la falta de dinero, algunos pobladores y varios reencuentros inesperados ofuscan a la protagonista y la mantienen en ese transcurrir permanente. ¿Cuál es el objetivo? ¿Qué dirección seguir? La oscuridad impenetrable de sus interrogantes comienza a emanciparse. Sólo se necesita una decisión; una decisión para terminar con el vagabuendeo y empezar a volverse visible.

Por Brenda Caletti
@117Brenn