La odisea de los giles

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Primero fue su novela “La pregunta de sus ojos” que Campanella convirtió en la película ganadora del Oscar “El secreto de sus ojos”. Luego, otra de sus novelas llega a la pantalla grande con Diego Peretti, Pablo Rago, Pablo Echarri y Diego Torres en “Papeles en el viento”. Llega el turno ahora de la novela con la que Eduardo Sacheri ha ganado el premio Alfaguara de novela 2016: “La noche de la usina” que, de la mano de Sebastián Borensztein, llega al formato cinematográfico con el nombre de “LA ODISEA DE LOS GILES”.
Sólo para cumplir brevemente con el rito de toda reseña, contaremos que la nueva propuesta de Borensztein se sitúa en el tormentoso y explosivo Diciembre de 2001 en nuestro país, cuando en un pueblo casi perdido de la Provincia de Buenos Aires, un grupo de ciudadanos liderados por un exjugador de fútbol y celebridad del pueblo Fermín Perlassi, intentan reflotar “La Metódica”, una de las acopiadoras de granos que estaba completamente abandonada.
Poco a poco va sumando voluntades en el pueblo y ahorra dólar sobre dólar para negociar con los herederos de la propiedad y cumplir el objetivo. Han sumado voluntades, pero por más esfuerzo que hayan puesto, la cifra total sigue estando lejos.
¿Qué mejor idea que acudir al Banco del pueblo y pedir un préstamo por la diferencia?
El gerente de la sucursal del pueblo le promete que en 24 o máximo 48 horas ellos tendrán disponibles el dinero faltante siempre y cuando demuestren a Casa Central cierta solvencia económica, es decir, confirmar, de alguna manera, que tienen el dinero para cubrir el resto del proyecto y el préstamo será inmediato.
A pesar de que duda, las ganas de que ese sueño se cumpla pueden más y Fermìn deposita hasta el último dólar en la entidad bancaria sin saber, sin presumir, sin intuir ni mínimamente lo que terminaría pasando: estamos en el día previo al “corralito” con lo cual todos sus ahorros quedarán atrapados en el Banco sin poder disponer ni de una cifra mínima.
Por algunas vueltas de la trama, Fermín se termina enterando –pueblo chico, infierno grande- que así como todos sus dólares fueron depositados, previo al incendio y explosión financiera del país, alguien logró comprar por ventanilla y a último minuto, dólar sobre dólar y se los llevó impunemente, tal como Fermín los trajo.
Todo conecta con un abogado del pueblo, Manzi, quien en connivencia con el gerente de la sucursal no sólo se ha quedado con los dólares de este sueño sino con la gran mayoría de los dólares de todo el pueblo. Es indudable que Sacheri escribió su novela en un contexto de país, que Borensztein filmó su cuarta película en otro contexto distinto y que finalmente cuando se estrena “LA ODISEA DE LOS GILES” estamos, a su vez, en otra situación completamente diferente.
Con las noticias que son de público conocimiento, y viviendo momentos de duro desequilibrio económico que, si bien distan de los de 2001 diametralmente, nos remiten a una de las tantas crisis que nuestro país ya ha atravesado y a las que parece no encontrarle el remedio.
En ese sentido, así como este año Cohn & Duprat presentaron con “4 x 4” una película que con su historia y su puesta en escena, marcaba una fuerte impronta política, aunque con una toma de posición bastante poco clara, de alguna forma este último film de Boresztein, plantea también un discurso frente a un contexto social particular y sienta una idea política en donde circulan temas como la corrupción, el poder, las estafas, las crisis, los gobierno.
Pero por sobre todo, la figura del pueblo, de los de más abajo, aquellos que se ven eternamente perjudicados y relegados por las medidas que toman los poderosos, sin pensar en lo más mínimo en el efecto que pueden causar con sus decisiones.
Y en este tiempo tan convulsionado y tan plagado de incertidumbres, “LA ODISEA DE LOS GILES” parece convertirse en esa historia épica que todos necesitamos refrescar para salir del cine queriendo participar de un acto tan heroico como el de los personajes en pantalla. Una reivindicación, una revancha, un verdadero tiro para el lado de la justicia, de una vez y por todas y que los antihéroes se apoderen de la historia y derroten al villano de turno.
Sí, es esquemático, es casi impensado. Es más una gesta soñada que una posibilidad real. Es la esperanza de que al menos, por una vez, el eterno perdedor que ha sido injustamente burlado por el más poderoso una y otra vez, salga airoso de la batalla. Ya lo sabemos, tenemos casi la certeza de que es imposible, bordeando lo inverosímil, pero mientras dura este cuento de Sacheri, se disfruta intensamente y uno se pone irremediablemente del lado de cada uno de los personajes damnificados.
El trazo de Sacheri está presente desde las primeras imágenes y ese tono costumbrista y la precisa descripción de los personajes del pueblo hacen pensar que Borensztein, en esta ocasión, se instala en un tono muy cercano a las películas más conocidas de Campanella. Pero Fermín (otro gran papel de Ricardo Darín para la pantalla grande) no está sólo en este sueño y no estará solo cuando decidan un plan.
Entre los personajes del pueblo se esconde uno de los elencos más soñados del cine nacional de los últimos años. Y todos, y cada uno de ellos está enteramente disfrutables, cada uno en su papel. Luis Brandoni, Chino Darín, Marco Antonio Caponi y Verónica Llinás brillan en pantalla y saben sacar partido de cada escena.
Sobre todo Llinás, que logra conmover en las pocas escenas en las que aparece. Como siempre, hay papeles más pequeños pero que justamente no por pequeños pasan desapercibidos. Todo por el contrario, Rita Cortese, Daniel Aráoz y Carlos Belloso entregan tres actuaciones absolutamente deliciosas, cada uno en su tono y en su personaje, con todos los pequeños detalles que hacen que se enriquezcan sus criaturas. Un tiempo de revancha.
De que los giles de una vez por todas se hagan oír.
De que al menos, una vez en la vida, el que siempre gana, pierda… y pueda salir de su impunidad para atravesar eso que se siente cuando se pierde, ya sea justa o injustamente. Un tiempo donde se tienen que escuchar las voces acalladas, en donde no debiésemos comernos más el mismo verso de siempre y en donde tendríamos que unirnos para construir un sueño mucho más grande que las individualidades.
Ese tiempo, evidentemente, está llegando –aun cuando entendemos que Boresztein la ha filmado en otro contexto que hubiese permitido un subtexto completamente diferente- y nunca mejor estrenada “LA ODISEA DE LOS GILES” para plantear no sólo una quimera en esta historia de Sacheri, sino para que despierte en cada uno de nosotros, las ganas de salir de ese lugar de derrotados eternos y encontrar la diferencia.
Sebastián Borensztein conduce la historia con el histrionismo, el pulso certero y su calidad de siempre a la hora de poner el ojo tras la cámara. Se reafirma no sólo como un gran director, sino como un muy buen contador de historias y una vara muy alta en la excelencia en la dirección de actores.
Atraviesa los diversos géneros del relato, logrando amalgamarlos y consiguiendo un producto coherente con la historia y con el que el público logra empatizar e identificarse desde las escenas introductorias con el relato en off que ya nos va poniendo en situación.
Una producción impecable para una película que es a la vez un gran divertimento, una gran película de acción y de aventuras, pero que al mismo tiempo instala el espacio de reflexión, de emoción y de calidez en los personajes en los que podemos vernos reflejados y que pinta de cuerpo entero nuestra idiosincrasia y nuestra forma de ser.
Ese espejo de nosotros mismos, de los argentinos pisoteados por los que se creen piolas, que estamos buscando el momento propicio para hacernos escuchar. Quizás ese momento haya llegado.