La odisea de los giles

Crítica de Laura Brosio - Las 1001 Películas

La reivindicación de los perdedores.

Llegó a los cines la nueva película de Sebastián Borensztein, la tan esperada La odisea de los giles, que se exhibe en 400 salas de todo el país, marcando un récord histórico para una producción argentina. Basada en la novela La noche de la usina, de Eduardo Sacheri, la historia se desarrolla en un pequeño pueblo de la Provincia de Buenos Aires durante el 2001.

Un grupo de vecinos y amigos de la localidad recauda una suma de dinero para volver a poner en marcha una acopiadora de granos abandonada a través de una cooperativa de trabajo. Al poco tiempo, durante el famoso “corralito”, descubren que perdieron sus ahorros porque fueron víctimas de una estafa pergeñada por un codicioso abogado y un gerente de banco que contaban con información acerca de la polémica medida que iba a tomarse en el país. A partir de ese momento, se organizan y elaboran un puntilloso plan para recuperar lo que les pertenece.

La película está protagonizada por un elenco coral de primer nivel: Darín padre e hijo, Luis Brandoni, Verónica Llinás, Daniel Aráoz, Carlos Belloso, Rita Cortese, Marco Antonio Caponi y el colombiano Andrés Parra. Es la primera vez que Ricardo Darín y su hijo, “El Chino”, actúan juntos en la pantalla grande. El proyecto surgió de su productora a partir de la lectura de la novela.

El filme está atravesado por varios géneros. Por un lado, tiene como base un conflicto dramático con pinceladas de un humor subyacente a todos los personajes y situaciones. Por otro, esta gesta colectiva toma la forma de una aventura y un thriller, delineados con tal eficacia y precisión que logran mantener atrapado al espectador hasta el final.

Un hecho a destacar es la heterogeneidad de los personajes. Pertenecen a distintas clases sociales, tienen diferentes ideologías políticas pero, a pesar de eso, se unen en pos de un objetivo común, superador. Como lo dijo el propio Ricardo Darín, cuando se produce una situación que afecta a todos, las fronteras sociales se diluyen y la reacción pasa a ser comunitaria. En este sentido, resulta gracioso el contraste ideológico entre el anarquista que interpreta Brandoni con el peronista Aráoz; ambos se lanzan chicanas mutuamente en forma constante.

La trama puede despertar cierta controversia porque puede asimilarse a una especie de “justicia por mano propia”, si bien en ningún momento se apela a la violencia. En realidad se trata de una empresa grupal que más que a la venganza, apunta a la revancha y a la reparación. Es la reivindicación de los perdedores que, vistos individualmente, no parecen estar a la altura de las circunstancias pero unidos se van complementando para llevar a cabo cada paso del plan a conciencia.

Está bien logrado el vínculo entre los Perlassi, padre e hijo (Ricardo Darín y Chino Darín) así como el del matrimonio conformado por Ricardo Darín y Llinás. En ambos casos se nota que se trabajó profundamente en el set los condimentos de afecto, complicidad y contención que debían tener esos lazos. A su vez, hubiera sido interesante un mayor desarrollo de la relación entre la empresaria del transporte interpretada por Cortese y su hijo (Caponi), ya que primera vista parecía un tópico muy rico para explorar.

En cuanto a las actuaciones, no hay personajes secundarios, todos tienen una historia que les permite lucirse. Sale a la luz todo el oficio de figuras de la talla de Ricardo Darín, Chino Darín, Luis Brandoni, Rita Cortese, Daniel Aráoz, Verónica Llinás, protagonista de una escena antológica, todos brindando un trabajo de una entrega enorme al servicio de la trama. Descolla Carlos Belloso componiendo al “Loco” Medina, una de esas criaturas extrañas a los que nos tiene acostumbrados. Lo mismo puede decirse de Andrés Parra, en el papel del inescrupuloso abogado que también tiene su veta cómica; un acierto absoluto de casting.

En suma, se trata de una película que relata una épica colectiva, mezcla de comedia dramática, aventuras y thriller con un sólido guion de Borensztein y Sacheri, donde no falta el suspenso y un humor que se desprende de los personajes y las situaciones. Una apuesta fuerte del cine argentino sobre la dignidad, la justicia y el amor propio.