La odisea de los giles

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La cuarta película de Sebastián Borensztein, debut en la producción de los Darín,"La odisea de los giles", es una popular propuesta con todas las herramientas para llegar al público masivo, aún a costa de recurrir a ciertas manipulaciones.
La matemática se aplica a todo, también al cine; y a la hora de buscar el próximo taquillazo, parece que sólo es cuestión de sumar los elementos probados para conseguir un combo explosivo.
Director que ya suma varios éxitos en el cine argentino, novela de Eduardo Sacheri (autor de la novela que inspiró "El secreto de sus ojos", y actual niño mimado de las adaptaciones cinematográficas), un elenco impactante repleto de figuras, un conflicto sensible como la crisis económica que afectó a todos hace 18 años y en medio de un contexto actual con ciertas reminiscencias, fibras emotivas que se palpa serán tocadas.
El éxito está asegurado, y probablemente así sea, "La odisea de los giles" tiene todo para ser la película nacional más taquillera del año. Pero el cine no es sólo taquilla, y detrás de ese armado imbatible, la nueva película del director de "Un cuento chino" se reciente de ese armado que la hace ver menos genuina de lo que aparenta, y más débil de lo que pudo ser.
En 2016, Eduardo Sacheri escribió la novela "La noche de las usinas", y como ya es costumbre en el también guionista de "Metegol", recurre a las venas más emotivas de la argentinidad. Era la oportunidad ideal para que Ricardo y El Chino Darín dieran puntapié inicial a su productora Kenya Films, esa novela era algo muy jugoso como para dejar pasar.
Año 2001, un año que ningún argentino puede olvidar. El país atravesaba una de sus peores crisis económicas y sociales, a la cual pronto se le sumaría una crisis institucional, estallido social, incertidumbre, y Estado al borde de la quiebra.
Dicen que en los pueblos las crisis se sienten menos, o que los pobladores poseen un temple diferente, y saben mejor cómo salir adelante. Es julio de 2001, y en Lezama, provincia de Buenos Aires, Fermín, el ídolo del pueblo – estatua incluida – por haber debutado en primera y haber hecho un gol -, y su esposa (Ricardo Darín y Verónica Llinás), tienen pensado crear una cooperativa agrícola que beneficie a todo el pueblo.
Cuentan con el apoyo de otros vecinos emprendedores, y salen a recolectar aportes entre los vecinos que quieran formar parte. Pero acá comienzan los problemas, Fermín no es el Darín de "Nueve Reinas", y se va a dejar engañar por un empleado y el gerente del banco local para que deposite los dólares recaudados.
¿Les suena el corralito? Llega un día después que Fermín deposita los dólares. Lezama está incendiado, y algunos responsabilizan directo a Fermín, en especial él mismo, que ve manchado su honorable nombre.
Claro que otros lo apoyan y lo van a ayudar aún cuando la tragedia termine por golpearlo. Varios meses después, les llega la noticia, de que aquel empleado bancario que lo convenció a depositar, y el gerente, retiraron los dólares que él depositó – junto con otra suma - justo antes de que llegue el corralito, con lo cual se hicieron de una importante fortuna.
Si bien al principio Fermín duda, finalmente terminará uniéndose, y liderando, al plan de los vecinos para recuperar lo que les corresponde. Los dólares están en una bóveda que el gerente (Andrés Parra, el aporte extranjero al que le sale bastante bien el porteño) oculta en unos campos que alquila en Lezama.
Sólo es cuestión de vulnerar la alarma de la bóveda y llegar a ella la noche indicada mediante una acción distractora. "La odisea de los giles" ofrece una gama muy variopinta de personajes con la que busca una identificación inmediata.
Quizás no tanto en nosotros mismos, como en el vecino. Está el ideal anarquista, el peronista, el marginal, los ingenuos, el chico bien pensado, la esposa pilar, la empresaria con coraza, le chica que trabaja para los malos pero tiene corazón, y el joven buscavida algo vivillo, entre otros.
Por supuesto, su mejor arma es el enorme elenco que le da vida a esos personajes, en los que también podemos ver una suerte de crisol. Comenzamos a notar la clara intención de "La odisea de los giles" de contentar a todos. Desde Luis Brandoni a Rita Cortese y Verónica Llinás, del Chino Darín a Marco Antonio Caponi, desde la mesura de Ricardo Darín a Daniel Aráoz y Carlos Belloso.
Hay para todos. Más allá de cuestiones ideológicas, todos responden, y sacan lo mejor de cada personaje. En varios tramos se nota un trazo grueso en las descripciones, algunos clichés y lugares comunes, unidimensionalidad, para definir sus caracteres, pero todos los intérpretes ofrecen su enorme profesionalismo y enaltecen el resultado final. Sebastián Borensztein es un director exitoso, aunque algo impersonal.
Puede pasar de La suerte está echada (por lejos, su mejor película) a "Koblic" sin demasiado conflicto. En esta oportunidad, vuelve a amoldarse a las circunstancias, sin grandes virtuosismos, ni espectacularidades que hagan recordar a La odisea de los giles por su magnifica dirección, cumple, entrega algo limpio, con mucha producción, y la mirada puesta en la llegada popular.
Es un Borenzstein al servicio de los productores Darín, más Campanella (el de Pol-Ka, el de "El hijo de la novia" y "Luna de Avellaneda") que nunca. Se apuesta a una emotividad, que en los resultados no siempre se logra.
Frases hechas, postulados declamatorios, personajes arquetípicos, una banda sonora plagada de rock nacional al estilo Sebastián Ortega, y una historia – y un autor – que, saben, iba a llegar al público; más en una época actual en la cual trazar paralelismos con el 2001 no es tan descabellado. "La odisea de los giles" es bien argentina y universal al mismo tiempo.
La idea pareciera ser que el espectador se emocione. Pero algo sucede y todo se ve más forzado de lo esperado, no genera algo real. Quizás sea todo ese armado alrededor en el que se nota no hay nada librado al azar.
"Luna de Avellaneda" – con la que comparte datos puntuales como el héroe del pueblo, los vecinos peleándola, o esa esposa que banca – era oportunista, maniquea, y su postura ideológica tenía algo cuestionable detrás; pero aun en sus lugares comunes, conseguía una emoción real, se la sentía cercana.
"La odisea de los giles" es también oportunista, intenta manipular las emociones aunque sin llegar a las lágrimas, abundan los lugares comunes, tiene muchas referencias al film de Campanella emblema de la recuperación de 2004, y su postura ideológica también juego con ponerse del lado de los golpeados aunque con un extraño sesgo que nos pone alerta; pero lo que genera no es algo tan puro como lo de aquella.
Es ágil, con un ritmo sostenido, tiene buen dosis de humor, y repetimos, talento sobra, pero se siente como si poseyese los elementos para ser un clásico instantáneo que difícilmente logre ser. Más allá de las frases sobre el vivo aprovechándose de los laburantes.
Se vislumbra una cierta mirada reaccionaria, individualista, impura, con intenciones de una bajada de línea política encubierta en un supuesto mensaje de finalización de grietas, y sobre todo, se transparenta la clásica mirada de clase media y porteña sobre los pueblos y el humilde.
Darín sigue siendo Darín pero como es de pueblo, se como todas las S, los personajes humildes malgastan el dinero que les dan como subsidio, y adquieren objetos que lejos están de ser de primera necesidad; y entre el (falso) anarquista – en realidad un reaccionario conservador, hablo del personaje no del actor – y el peronista (expuesto como fanático) se presenta una “simpática” rencilla que más allá de una supuesta objetividad tiene un claro triunfador.
Todas estas son cuestiones ideológicas que no hacen al resultado final, más dignas de un análisis subyacente, con lo cual "La odisea de los giles" puede ser apreciada igual sin adentrarse en tanto puntillismo y disfrutársela. Pero algo de todo eso es lo que se cuela, y hace que la película respire menos sinceridad de la que pudo tener.
Tal como sucede con las películas del dúo Cohn-Duprat ("El ciudadano ilustre", "Mi obra maestra", "4x4"), ese deseo de masividad no les permite mantener, defender, su postulado ideológico, quizás a sabiendas de no ser tan popular, y lo esconde como aquel que arroja la piedra en el descuido.
Ese ser y no ser es lo que le resta autenticidad. Quizás del otro modo, animándose, hubiese sido más cuestionable, pero más honesta. "La odisea de los giles" es una película correctísima, entretenida, cercana, y con mucho talento. La apuesta al público amplio probablemente sea ganadora, aún a sabiendas que no resiste mayores análisis.