La novia del desierto

Crítica de Roberto Iván Portillo - Cinéfilo Serial

El relato de un viaje pasible nos hace emocionar por la madurez y consolidación de la dupla actoral.

La ópera prima nos muestra a Teresa (Paulina García), quien trabaja como empleada para una familia que decide cambiar de rumbos y que por una pequeña negligencia queda varada en una ciudad donde se le rinde culto a la Difunta Correa. Desolada y agitada, ve cómo pasar su fútil y problemática estadía en la zona.

El amor de dos personas maduras surge en un viaje de claustrofóbico. Su aventura comienza cuando Teresa pierde el bolso, una de las mayores tragedias que le podía pasar dentro de tantas minúsculas que le ocurrieron (que iremos descubriendo a medida que el relato muestre su cara más dulce). Por fortuna, ella sabe exactamente dónde dejó su pertenencia y sale en la búsqueda de la casa ambulante de un comerciante apodado el Gringo (Claudio Rissi), quien le ofreció forzosamente a que se probará uno de sus vestidos. Pero al ver que él no lo tiene, ambos emprenderán una exploración de los últimos viajes que hizo el vendedor para recuperar el objeto tan deseado. A medida que llegan a diferentes puntos del pasado, irán intercambiado coqueteos. Ella al principio se resistirá a toda costa a las conversaciones de su piloto, y él hará todo lo posible para que el coqueteo se ponga a en marcha mientras están en ruedo.

Las directoras logran de forma apacible y bella capturar la esencia de una ciudad alejada, seca, calurosa y desmedida. Son los cimientos de una visión más poética lo que logran manifestar a través de un micro relato de amor. O para no dejar de lado, es el paisaje al que se le cuela este romance tan bien logrado.

Tales son los puntos que la obra no ahonda solo en una historia romántica. Las dos caras mostrarán distorsionadas a los países cercanos pero distanciados entre sí, aunque no sea una gran molestia ser chileno, no significa que no tenga otra obediencia. Los habitantes generan inquietudes sutiles a nuestra protagonista porque la identifican con su bandera natal. Hay una vertiente muy ligera plasmada por ambas directoras, la de la soledad. No hay mayor miedo que pararse ante la incertidumbre y darse cuenta que no se tiene nada en que apoyarse.

Es por eso que la actuación de Paulina García sobresale por su luminosidad, la chilena es una de las revelaciones actorales más sorprendentes de los últimos años, desde “Gloria”, la actriz comienza a abarcar más en papeles internacionales (“La cordillera”, “Little Men”) con el peso que merece en sus personajes a desarrollar.

También se juega con otro tipo de mito, el del engaño. Se crea la imagen de un hombre sediento por pasión que (como se ve repetidamente en muchas imágenes cinematográficas del varón enamorado) recurre a la mentira. ¿Será su única posibilidad, su único recurso? Solo el viaje nos marcará su verdadera cara.

Si vamos a los desmayos existenciales, persistir con esta película será una buena manera de inyectarse esa vacuna que tenemos olvidada, esa remedio que necesitamos cada tanto para recordarnos que no todo es oscuridad en este minúsculo mundo.