La noche que mi madre mató a mi padre

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

INDICIOS DESENCONTRADOS

Mientras Ángel guía al recién llegado reprochándole la tardanza, Isabel baja las escaleras para indicarle los inconvenientes al fontanero. Sin embargo, el rostro se le llena de asombro cuando encuentra a su marido junto a un actor argentino frente a la puerta del baño hediondo. “Diego, Diego Peretti”, lo reconoce ella y Ángel lo mira con sorpresa. Había llegado la persona que, posiblemente, cambiaría su preciado guión.

La última película de la española Inés París está plagada de escenas hilarantes, lúdicas, de desencuentros, de sospechas o del absurdo que no sólo responden al género, sino también apelan a la posibilidad y al imaginario como ejes centrales.

Se podría pensar que la construcción narrativa de La noche que mi madre mató a mi padre se asemeja con la de La soga de Alfred Hitchcock puesto que en ambos filmes la acción que se desarrolla es el soporte de una anterior premeditada y ocurrida en el fuera de campo (española) o casi (inglesa), que busca ser percibida en su totalidad y para ello aparecen ciertos indicios o gestos de los personajes que subrayan la duda o extrañeza.

Por otra parte, hay constantes guiños hacia lo cinematográfico expuestos en, por ejemplo, la bronca de Ángel hacia el actor que puede modificar su brillante guión, la confusión de Peretti (que hace de sí mismo) con un plomero y con Ricardo Darín, el cuestionamiento al género negro, entre otros.

Seis personas en una casa gigantesca que distorsiona, un poco más, las relaciones que ya parecían extravagantes. Las pistas se presentan para develar el misterio. Es hora de comenzar a jugar.

Por Brenda Caletti
@117Brenn