La noche mágica

Crítica de Lucas Manuel Rodriguez - A Sala Llena

DESEO RITUALIZADO

La noche mágica se comporta como una potencial comedia vacía en sus primeros minutos, pero no es hasta ocurridos algunos puntos de giro que la película logra consolidar su verdadero propósito.

A nadie le pasará desapercibida su capacidad de demoler apariencias iniciales y sus cambios de tono, ni su afán por la sorpresa y situaciones excesivamente incómodas.

El disparador de la historia podemos sintetizarlo así: durante una Nochebuena, un hombre armado (Diego Peretti) se infiltra en la propiedad de una familia de clase alta. En su intención de hurtar cronométricamente los objetos de valor de la casa, toma de rehenes al matrimonio residente (Natalia Oreiro y Esteban Bigliardi) y al amante de la mujer (Pablo Rago), hasta que de pronto conoce a la pequeña Alicia (Isabela Palópoli), quien asume que el invasor es Papá Noel –ya que su aspecto general ofrece ciertas similitudes con la figura convocada- y el colado a la fiesta parecería abandonar su posición de ladrón una vez que recibe la lista de deseos de la niña.

Todo eso está exhibido en el tráiler estrenado varios meses atrás. Este primer largometraje dirigido por Gastón Portal fue rodado en el último tercio de 2019, postergado por la tesitura mundial que nos atraviesa desde el año pasado y convertido en el primer estreno nacional que se proyecta en cines desde la más reciente reapertura de salas en el país. No ver el mencionado tráiler es una buena recomendación porque contiene situaciones que podrían catalogarse como spoilers, aunque, dado el proceder de la película, las mismas terminarán desorientando y en beneficio de la obra.

Destacado aquello, por el momento nos reservamos los comentarios relacionados a las participaciones de Laura López Moyano y Hernán Jiménez, puesto que en los roles de sus personajes se ciñe buena parte de las claves con las que se maneja La noche mágica y ameritaría a un análisis más extendido en concomitancia con otra película argentina: Claudia.

Si algo tienen en común las dos, preliminarmente, es la reducción geográfica en la que ambas se expresan. Una lo hace en una finca alquilada para festejar una boda, mientras que el estreno en cuestión dispone del lugar en el cual el casamiento ya ha sido festejado. Estos dos escenarios comparten la cualidad de que –voluntaria o involuntariamente- no pueden ser abandonados por los protagonistas, inclusive cuando tienen todas las posibilidades para retirarse con total impunidad.

Nicola (como se llama el personaje encarnado por Peretti), bien lejos de optar por darle a su supuesto San Nicolás un valor que no le corresponde, se asume como un ángel exterminador en esta víspera navideña. Esto no lo decimos para referenciar al film de Luis Buñuel, con el que este y el de Sebastián De Caro coinciden en el trance, supuestamente tan absurdo como inverosímil, de que las personas estarían dispuestas a morir de la forma más ridícula. Se supone que el accionar de Nicola y las consecuencias en la familia no se pueden explicar ni científica, ni racional, ni sentimentalmente, cuando lo primero que hace es oponerse a la petrificación del arte coleccionado del hogar (uno de los ejemplos lo tenemos en las “instalaciones” del hombre de la casa) y exponer el valor agregado de la caja fuerte en su condición sagrada. Estos son los dos elementos que se ritualizan mediante la puesta en escena, con un falso Papá Noel que le ofrece dos oportunidades de confesión al triángulo amoroso y una tercera encubierta con un agasajo lisérgico.

La noche mágica ha sido clasificada para un público mayor de 16 años. Tal vez por sus escenas de desnudez (siempre a contraluces o fuera de foco), tal vez porque pone a la niñez navideña en un territorio que haría temblar a Shane Black, incluso con todas las quejas moralistas que recibió El depredador por la escena en la que Jacob Tremblay es parcialmente responsable de la muerte de su vecino drogadicto, pero si hay un lugar en el que no se planta es en el de condicionar las creencias y valoraciones personales, independientemente de la edad de sus públicos. Eso hubiera sido algo muy cómodo para una película de Papá Noel.