La noche del demonio 3

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Nueva precuela sobre terror
El vacío argumental y la poca sutileza para transmitir tensión, lo convierten en un film que no suma nada al género.

Tercera de la saga con gente que reclama el retorno de algunos individuos que se fueron hace tiempo, con cazafantasmas y actividades paranormales de por medio para solucionar o empeorar el caso, esta nueva incursión del demonio propone una fagocitada vuelta de tuerca sobre el tema. ¿De qué se trata? La respuesta es fácil: escarbar en el pasado y construir una precuela para que la franquicia siga funcionando a pleno en el adictivo espectador adolescente. Aquello que hace cinco años había inaugurado el realizador malayo James Wan en una discreta película y que tres años después tendría una continuación al borde de lo impresentable, ahora con el debut de Leigh Whannell en la dirección, se retoma la misma temática pero abandonando el misterio del inicio. Es decir, se está frente a otra clásica maniobra de una saga genérica que tiene poco nuevo para decir y que, ante semejante vacío, presenta un pretexto argumental que ninguna relación tendrá con los films futuros. Todo este juego de palabras no invalidan algunos (pocos) minutos de tensión y suspenso que el terror de manual de Whannell explora hasta el hartazgo, en especial, cuando la protagonista Quinn Brenner (Stefanie Scott), huérfana de madre, requiere de la ayuda de Elise Rainier (Lyn Shaye) con tal de contactarse con el más allá a pesar de la oposición de su papá viudo (Dermot Mulroney). En esos instantes vuelve a corroborarse por dónde anda el terror: una tenue presentación del conflicto, algún diálogo salpicado de tensión con música suave, presagios de lo que vendrá mediante un suspenso aun eficaz y, como era de esperar, faltando más de la mitad para que se llegue al final, se encienden las pocas luces del director y los guionistas. De allí hasta el desenlace, los gritos habituales, la poca sutileza para transmitir tensión y el uso y abuso de una música que se alimenta desde la ausencia del fuera de campo. Eso es La noche del demonio 3, algo muy parecido a decenas de films de las últimas décadas.