La noche del crímen

Crítica de Luciano Monteagudo - Página 12

"La noche del crimen": una pesadilla masculina

Como en casi todo policial francés (y no solamente francés), el de Moll es un film esencialmente masculino. Pero la paradoja es que interpela a esa masculinidad.

“Cada año, la Policía Judicial abre 800 investigaciones por homicidio. Cerca del 20 por ciento de estos casos nunca se resuelven. Esta película cuenta la historia de uno de ellos”. Apenas si acaban de verse los créditos de apertura de La noche del crimen y la película de Dominik Moll –estrenada fuera de competencia en el Festival de Cannes del año pasado- ya muestra sus cartas. Lo que se verá no es lo que los anglosajones llaman un “whodunit”. Aquí no importa tanto el quién lo hizo sino el por qué, las razones que llevan a que una chica de 21 años de una pequeña ciudad de provincia francesa de la región de Grenoble muera de pronto, brutalmente quemada, sin que ni siquiera ella sepa quién es su asesino.

Pero La noche del crimen tampoco es un film de tesis, sino lo que los franceses llaman un “polar”, una película policial, que se enmarca dentro de un género y una tradición muy fecunda en el cine francés. El director de Noticias de la familia Mars (2016) utiliza sino todas muchas de las convenciones del “polar”, pero de algún modo también las deconstruye, las deshace poco a poco para darles un significado sutilmente distinto.

El protagonista, por ejemplo, es Yohann (Bastien Bouillon, ver entrevista aparte), el joven jefe de la brigada criminal de Grenoble. Como corresponde a esas convenciones, es un solitario y un obsesivo, pero a diferencia de los personajes que supieron construir sus ilustres antecesores –de Jean Gabin a Lino Ventura pasando por Alain Delon- no es violento ni machista. En todo caso, es introvertido por demás. Habla poco y nada. Y descarga sus tensiones sobre una bicicleta de carrera, girando cada noche en un velódromo. “Como un hámster”, le dirá un colega. Esa imagen es muy elocuente también de cómo concibe Dominik Moll a su intriga: como un círculo del cual es imposible salir.

Como en casi todo policial francés (y no solamente francés), La noche del crimen es un film esencialmente masculino. Al comienzo, hacia octubre de 2016 (la película está inspirada en un caso real) la brigada criminal está integrada únicamente por hombres, con los prejuicios que suelen tener los hombres y más aún los policías. Desconfían de casi todos los sospechosos, que no son pocos, pero -aunque no lo digan abiertamente- también de la víctima, por el solo hecho de ser mujer, por tener demasiados “amigos sexuales”.

La paradoja es que este film esencialmente masculino interpela a su propio mundo. “No fue ella. Ella no hizo nada. Me preguntan qué hizo con éste o con aquel y la hacen ver como a una puta, pero ella no cometió ningún crimen. ¿Quiere saber por qué la mataron? Porque era una mujer, por eso”. Entre sollozos, las palabras de la mejor amiga de la víctima producen un impacto en Yohan, aunque su máscara siga casi imperturbable. Algo cambia en él a partir de ese encuentro.

La sexualidad es otro de los contrastes de La noche del crimen. Por los testimonios que recogen Yohan y su brigada, los jóvenes la viven abiertamente, sin conflictos, incluso de manera promiscua se diría, al menos por los sospechosos involucrados. Apenas una generación mayor, Yohan en cambio parece un monje: célibe, ermitaño, reconcentrado. Tanto que el caso de esa chica se convertirá en su pesadilla (como lo era para el protagonista de Zodiac, una película con la que la de Dominik Moll ha sido comparada en exceso). Solamente con la aparición de una jueza interesada en el caso, aunque hayan pasado varios años, y de la primera mujer policía que ingresa a su brigada, Yohan parece poder volver a respirar nuevamente, a sacarse algo de su angustia de encima.

El estilo de Dominik Moll es tan seco y reconcentrado como el de su protagonista. Nada busca llamar la atención y hasta se diría que por momentos el film es excesivamente plano en su narración. Pero esa impresión se contradice con el efecto que produce la película: ¿cómo es posible mantener la tensión y el interés cuando desde un comienzo se sabe que nunca se encontrará al asesino? Ese es otro de los misterios de La noche del crimen.