La noche de la expiación

Crítica de Diego Serlin - Todo lo ve

Resulta interesante el caso de esta nueva producción de Michael Bay y los responsables de Actividad Paranormal, que consiguió colocarse 1ª en la taquilla estadounidense y recaudar 63 millones de dólares considerando que su producción solo costo 3.
Es sabido que el éxito en la taquilla esta ligado al universo que la precede y al contexto en que se da, más allá de su producción.
Y es en la propuesta inicial desde lo argumental junto a la combinación de géneros que propone, por lo menos al comienzo, que ayudaría a comprender por qué ha sido esta la seleccionada por el espectador estadounidense.

Escudándose en la ciencia ficción, genero cuyas reglas permiten verosímiles muy diversos, La noche de la expiación plantea un futuro diatópico no muy lejano en Estados Unidos, donde la desocupación y la criminalidad casi no existen gracias a una ley que permite una vez al año, durante 12 horas, que todo crimen sea cometido con plena impunidad y donde se suspenden la asistencia social, los servicios de emergencia y el accionar del aparato de represión estatal para que la ciudadanía se autorregule por sí misma sin pensar en el castigo ni en las consecuencias. Logrando con esta “purga” (The Purge es su nombre original) descomprimir la violencia inherente a todo ser humano y garantizando la idílica vida en armonía durante el resto del año.

Ideas parecidas ya hemos visto en la magistral 1984 de George Orwell o incluso la reciente Los Juegos del Hambre, donde el estado toma una medida excepcional para detener la creciente delincuencia, aunque utilizando para ello acciones moralmente inaceptables.
Pero la propuesta futurista es solo argumental y pasados los minutos introductorios se convierte en un thriller de terror, al mejor estilo Funny Games (1997) mezclada con de Terror en Amityville, La masacre de Texas, Viernes 13 o Pesadilla en lo profundo de la noche y El coleccionista entre otras, que sigue a un familia en el transcurso de la noche de purga, durante la cual se verá puesta a prueba para ver hasta dónde son capaces de llegar para protegerse cuando las viciadas nuevas reglas del mundo exterior amenacen su casa.

Esta interesantísima idea, donde la violencia es admitida y controlada por el gobierno de una manera curiosa para lograr su utopía, bajo la que se esconde una fuerte y contundente crítica social y política y que podría dar lugar incluso a apasionantes lecturas, no tarda en desvanecerse y dejar paso a una catarata de clichés donde la violencia es la verdadera protagonista, con llamativa ausencia de escenas de sexo y situaciones de manual sumamente predecibles, con diálogos forzados y personajes de un simplismo atroz que inexplicablemente se esfuerzan en parecer zombis.

La siniestra expresividad facial del poco conocido Rhys Wakefield, que tiene la misma cara con la máscara que sin ella, suma un punto a favor dentro de una galería de personajes donde un niño de rasgos latinos que parece adoptado y una hija adolescente que inexplicablemente se esconde de sus padres, no resultan creíbles ni contribuyen a ponernos en la piel de los protagonistas.

Una casa gigante para esconderse (con mas habitaciones que la casa blanca), psicópatas con uniforme de colegio privado usando mascaras sin sentido (ese noche el delito es legal) y otras situaciones como estas son las que van desmereciendo el film durante su relato.
Pero hay que reconocer el mayor logro del film, y es que a pesar de no desarrollar su única y ambiciosa buena idea, a través de la puesta en escena que combina distintos formatos como el de los informativos del principio, movimientos exagerados de la cámara en mano y una banda de sonido que acentúa constantemente las acciones, consigue captar la atención desde el minuto uno y sabe cómo mantener el interés y la tensión para entretener durante la hora y media que dura la película.

Queda la sensación de que podría haber sido uno de esas películas que quedan en nuestras retinas, pero solo consigue un predecible y efectivo entretenimiento pasajero. La anécdota, tal vez esté dada por las imágenes del comienzo, no tan alejadas de la realidad especialmente en esta parte del continente, y por la época en que se sitúa podríamos estar ante un verdadero documental autóctono.