La niña del sur salvaje

Crítica de Regina Fallangi - Cine & Medios

Una infancia salvaje

Hushpuppy es una nena de seis años, que vive con su papá, en una pequeña y aislada comunidad en una zona pantanosa, que la mayoría del mundo consideraría inhabitable. Vive entre latas, desechos, en una casa a la que parece que en cualquier momento se la va a llevar el viento o el agua. Tanto su papá como el resto de la comunidad la alientan a valerse por sí misma, a ser fuerte, a vivir de la naturaleza.
En una época en la que tanto se habla de comida orgánica, reciclaje, y cuidar el planeta -mientras todo lo vemos muy cómodos por televisión-, nos resulta casi increíble, ver la relación de Hushpuppy con la naturaleza, nos damos cuenta de que no tenemos la menor idea de lo que es la relación directa con ella, que si nos dejaran cinco minutos en ese pantano, solos, no haríamos otra cosa que llorar.
La película está narrada desde la visión de esta nena casi salvaje, que a una edad en que los chicos ya no se despegan de la computadora, ella es una experta cazadora, cocina, tiene una curiosidad poco común, y todo el tiempo y desde su imaginario hace referencia a los antiguos habitantes del planeta, y quiere dejar su propia huella, para que quienes vengan dentro de muchos años sepan que hubo una nena llamada Hushpuppy que cuido a su papá en un pantano.
Luego de una tormenta el agua crece, y la pequeña ve como todo comienza a derrumbarse, como la naturaleza arrasa, y sin embargo ella quiere ser parte de ese todo, y sobrevivir en ese lugar. La comunidad es evacuada obligatoriamente por más que se resistan, y el choque que vemos entre ese pequeño grupo y el mundo civilizado, que quiere protegerlos en uno de esos refugios montados en enormes gimnasios, es terrible. No hay manera de que un mundo pueda adaptarse al otro. Los niños de la comunidad son los primeros en resistir, en escaparse en volver a su mundo, que por más salvaje que nos parezca es mucho más equilibrado que el nuestro.
La película está narrada desde la visión de la niña, refleja su enorme imaginación y su extraordinaria manera de ver el mundo, y si bien el contexto es salvaje, y hasta visceral, la naturalidad con la que ella lo vive, hace que ese lugar inhabitable, se transforme en algo hermoso. Las actuaciones de Quvenzhané Wallis y Dwight Henry como padre e hija, en ese lugar inhóspito, y con esa relación tan poco común, y supuestamente incivilizada son extraordinarias.