La niña del sur salvaje

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Conmovedor relato sobre el peso del origen y el arraigo en la existencia humana

La realización de cualquier película en la cual el mundo se ve a través de uno o más niños supone un arma de doble filo a la hora de analizar la instalación del discurso, más allá de si la realización es buena o no.

El artista puede suponer que los ojos de un niño justifican todo, y por ende no termina siendo la obra lo importante sino lo que quiere decir su autor. Hay muchos ejemplos de ello en tantos años de estrenos.

“La niña del sur salvaje” se instala con mucha solvencia al costado de lo discursivo y centra todo en la historia de Hushpuppie (Quvenzhané Wallis, nominada al Oscar este año), una niña que habita en una pequeñísima comarca/islote llamado “La bañadera”. Este lugar, situado al sur de Louisiana, está expuesto constantemente a inundaciones, especialmente con una terrible tormenta a punto de desatarse. Allí vive con Wink (Dwight Henry), su padre, un hombre osco, solitario y con una afección cardiaca. Los otros habitantes son personajes con mucho de aquellos gitanos de Kusturica, y algo de “feos, sucios y malos” a la hora de comer. Todos viven en casas precarias de chapa y cartón montadas sobre lo que venga, desde viejos autos a maderas amontonadas.

Sin embargo ninguno de ellos reniega de su condición, ni de sus orígenes. Aquello que se ve muchas veces en lo noticieros en conmovedoras imágenes de zonas anegadas, aquí se vuelve contexto. “La bañadera” va a quedar inundada, pero nadie se quiere ir. Ese arraigo al terruño donde uno vive, ese lugar en el mundo, decanta en la médula espinal del guión, pues Hushpuppie explica el mundo su existencia y su lugar en el círculo de la vida a partir de la aldea constituida en su propio universo.

La protagonista tiene muy clara la ausencia de su madre y la reemplaza con su imaginación, aunque a partir de un suceso específico, no cesará de buscarla.

Estéticamente la película fue rodada en un formato HD de baja calidad para darle a la textura, lo mismo que muestran las imágenes: precariedad. Es destacable la dirección de fotografía que en los interiores transmite la misma sensación de abandono del exterior.

Benh Zeitlin construyó un mundo en el que se permite jugar transformando la realidad en fantasía. Como si Hushpuppie se ocupara de encontrar en la miseria (un recurso que ya se está agotando) la belleza que no vemos.

“La niña del sur salvaje”, nominada también a mejor película, dirección y guión, tiene como característica principal la de ser una historia bien contada, con valores universales, no siempre tan consistentes de ver en el cine, y el hallazgo de contar con actores no profesionales bien dirigidos.

Una mención sobre la nominación al Oscar a mejor actriz. Quien esto escribe no deja de reconocer en Quvenzhané Wallis a una niña cuyo talento principal es no tener miedo de encarar este oficio. Está realmente muy bien casteada por la producción, y se notan varias condiciones. Hecha la salvedad, mi simple opinión es un total desacuerdo con una nominación al Oscar. En todo caso la Academia podría inaugurar una categoría para premiar trabajos destacados de los chicos, porque actuar es mucho más que estar naturalmente frente a una cámara. Las carreras de las actrices nominadas este año están claramente emparentadas con mucho estudio, ensayos, búsquedas internas y todo lo concerniente a la profesión. Una terna que le da lugar a una nena de nueve años, en lugar de prestigiar la carrera de actuación, la coloca en un lugar distinto. Hay varios trabajos en 2012 que merecían nominaciones (no vienen al caso enumerarlos), pero esta en particular no abre un espacio para los más chicos entre los adultos; sino que lo cierra a otros talentos con una carrera en serio.