La mula

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Clint Eastwood es uno de los pocos nombres de Hollywood que no necesita ningún tipo de presentación.

Sin embargo, es asombroso recorrer toda su trayectoria porque ha demostrado haber atravesado todos los géneros, todas las facetas posibles dentro de la industria y ha logrado un reconocimiento tanto del público, de la crítica y de sus pares, por igual.
En 1964 protagoniza el icónico spaghetti-western de Sergio Leone “Por un puñado de dólares” y dos años después bajo las órdenes del mismo director “Lo bueno, lo malo y lo feo”.
En la década del setenta fue el inspector de policía más reconocido de todo San Francisco, “Harry, el sucio” otro personaje que ha quedado impreso en el colectivo popular como una marca registrada junto con su nombre y su perfil de hombre recio.
Otros de sus grandes éxitos han sido “Fuga de Alcatraz”, “Impacto Fulminante”, “Cazador blanco, corazón negro”, “Bird” –la biografía de Charlie Parker por la que gana el Golden Globe- hasta llegar a otro de sus hitos: “Los Imperdonables”, en 1992, cuando comienza a ser reconocido por la Academia y gana su primer Oscar como Director.
Incansable, inagotable, sigue dejando su huella en el cine con “Medianoche en el Jardín del bien y del mal”, “Un mundo perfecto”, “Los puentes de Madison”, la inolvidable “Rio Místico” y gana su segundo Oscar con “Millon Dollar Baby” a la que siguieron otros grandes trabajos como “Gran Torino” y la políticamente polémica “El Francotirador”.
Obviamente es imposible enumerar toda su extensa carrera como actor, director y productor, también intervino en la banda de sonido y como compositor de la música de alguna de sus películas (“Sully”, “Curvas de la Vida”, “La conquista del honor” e “Invictus” entre otras) pero este simple recorrido, sobrevolando algunos de sus títulos, da cuenta de sus más de 60 años de carrera en la industria con una permanencia y una trayectoria guardando un nivel, que pocos han logrado .
Eastwood conoce el pulso de lo que quiere contar y lo demuestra una vez más en ésta, su última realización: “LA MULA” en donde una vez más toma el mando en el rol protagónico y detrás de la cámara, como director.
En este caso, la trama del film se inspira en un artículo escrito por Sam Dolnick para el New York Times llamado “La mula de 90 años del Cartel de Sinaloa” sobre la figura de este particular anciano, encarnado por el propio Eastwood, completamente fuera de todas las convenciones.
El Agente especial Jeff Moore (Colin Bates en la película, encarnado por Bradley Cooper) y su equipo en la División de Detroit pasaron meses investigando una rama local del Cartel de Sinaloa, liderado por Joaquín “El Chapo” Guzmán, el más renombrado y poderoso traficante de droga cuya organización había esparcido miles de kilos de cocaína desde la frontera mejicana a través del estado de Arizona.
Escucharon horas y horas de conversaciones grabadas en diversas líneas telefónicas hasta dar con el más prolífico de todo el equipo, el Tata, quien con los kilos que había transportado durante unos pocos meses, ya se había convertido sin dudas, en una leyenda urbana.
Eastwood compone a Earl Stone (o el Tata), un octogenario casi pisando los 90, cuyo negocio familiar está completamente en la quiebra y que frente a una ejecución hipotecaria decide aceptar la propuesta de un conocido de su nieta, trabajo en el que sólo se requería de un buen conductor.
Es así como este nuevo negocio encuentra, no solamente una manera de salir de sus apremios económicos sino también de empezar a ayudar a la gente que quiere y le brinda, paradójicamente, una dignidad y una confianza perdidas.
Su pysique du rol de viejito inocente, de americano promedio, de hombre de derecha del interior, construye un perfecto camuflaje para su doble identidad, casi una contradicción en sí mismo, un anciano de apariencia simple que esconde una historia compleja.
El cine de directores que han pasado los 80 como Manoel de Oliveira, Alain Resnais o el ya fallecido Claude Chabrol, si bien siempre cuenta con una mirada interesante y vigente, en sus últimos filmes, se evidencia la avanzada edad de los realizadores por el estilo de la puesta en escena y la construcción del relato.
Con “LA MULA”, Eastwood demuestra no solamente que sus dotes como actor siguen intactas –ahora inclusive asumiendo casi por primera vez en pantalla ese rol de anciano que se impone casi como una implícita despedida- sino que el ritmo que puede imprimir a la película es el de un director joven, vibrante y apasionado.
La tensión que logra durante las dos horas de relato y el timing con el que cuenta la historia son realmente dignos de admiración. Pero Eastwood no traza unilateralmente un relato “basado en hechos reales”, se juega entero y se mete de lleno en el personaje central, en sus conflictos familiares, en sus dilemas éticos y morales, en sus miedos, en sus inseguridades.
Y justamente cuando profundiza el drama intimista, “LA MULA” gana fuerza y contundencia y permite evidenciar la marca de un cine de autor. La familia de Earl se compone de su hija (papel a cargo de Allison Eastwood, su hija en la vida real, con otro guiño de reconciliación familiar dentro del propio film), su nieta (una exquisita composición de Taissa Farmiga –de “American Horror Story” y “La Monja”-) y su ex mujer Mary (Dianne Wiest), con la que tiene muchísimas cuentas pendientes.
Wiest e Eastwood en pantalla son un festival de actuación, y logran los momentos más emotivos del filme con recursos genuinos y sin ningún tipo de subrayados ni golpes bajos.
Dentro del rubro actoral, los agentes de la DEA encarnados por Bradley Cooper, Michael Peña y Lawrence Fishburne no logran destacarse en papeles ajustados que el guion no les permite demasiado lucimiento y el que sí marca la diferencia es Andy García como el jefe del Cartel.
“LA MULA” puede leerse como un film de suspenso basado en hechos reales, o como el legado de un gran realizador como Eastwood, que toma prestada una historia de vida, para espejar la suya propia y escribir, en cierta manera, un pequeño testamento cinéfilo para sus fieles seguidores.